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jueves, 20 de abril de 2023

La curva de tu cara (monólogo de un libro frente a su lectora)



Relato publicado el 20 de junio de 2022 en la revista mexicana Aion:  https://aion.mx/literatura/monologo-de-un-libro


Algunas personas dicen que sólo hay que dedicar los ratos perdidos a la lectura, porque se pierde vida mientras se lee. No hay afirmación más falsa. ¿Es rato perdido el que cada día mantengo conversando en el metro con los ojos que me miran? Me siento acompañado, reconfortado mientras ella va a trabajar.


*


Me encontraste sobre un banco de la Gran Vía, estaba allí como una ofrenda, no tirado a la basura; me recogiste. En ese gesto se expresaba un pensamiento, una jerarquía. Mi anterior propietaria, durante el confinamiento, puso orden en su casa y me dio una nueva vida más allá de su estantería donde, últimamente, solo acumulaba polvo. Con ese silencioso gesto individual, la humanidad se estaba salvando a sí misma, rescatando su propia memoria, su creación, el don de lo gratuito. Dejar un libro para que otra persona lo encuentre es multiplicar su existencia. Sale de nuestras vidas, pero no de la vida. Fui descartado, pero no destruido, fui compartido. Soy frágil, como tú; te puedo seducir, como tú; río, sufro, me enamoro y después, cuento una historia, igual que tú.


*


L1 Rocafort

Soy orden, tiempo disecado y conservado en papel. Ponme la cara, faz o semblante que desees, ese soy yo para ti, un rostro momentáneo de recuerdo permanente en una hoja de papel caduca en el tiempo. Intercambiaremos unas cordiales palabras o pensamientos y nada más. A veces con aprobación, otras con disgusto, quizás porque reconozcas tu propia voz sepultada en el fondo de tus olvidos, tu desmemoria. Una voz que me costó trabajo sacarla de su abismo tras haber formulado la primera pregunta, sin respuesta. A pesar de ello, lo importante es no dejar de hacerse preguntas.

Soy un sueño, una quimera y a la vez una realidad de la que, quizá, quieras huir. No lo sabes, pero en el fondo estoy convencido de que deseas seguir conmigo. No te engañes. Eres, mientras estés frente a mí, una existencia cruzando un mundo de realidades entre ruinas iluminadas por rayos de esperanza.


L1 Urgell

El pulso de tu sien derecha empieza a latir con fuerza. Momento cuando nuestros tiempos se confunden y tú lo acabas aceptando. Sigo aquí, no desesperes, y seguiré en tu memoria, no lo olvides. Ávido y curioso cuando noto el roce de la yema de tus dedos. 

A pesar de tu indiferencia momentánea, no indagarás si la caricia de mis hojas en tus labios es verdadera o falsa. Incluso si la oscuridad del túnel oculta las líneas de mis manos, tú seguirás ahí, sujetándome, abrazándome insegura,  porque todo se confunde en cuanto me abres y me tocas.


L1 Universitat

Soy aquel que saca el vértigo de tus recuerdos olvidados, escondidos y perdidos en un sueño.

El sabor de estos momentos es tu objetivo, no lo niegues. Memorias sin amargura, reflejo de una sombra del presente y sueño del pasado. ¿Y el futuro? Nunca pienso en él, llega demasiado pronto. Presente, pasado y futuro unidos en un instante o momento. Jamás cambies lo que más quieres en la vida por desear este momento, porque los momentos pasan, la vida sigue. Lo que hoy es cierto, mañana, ¿quién lo sabe?


L1 Catalunya

Yo no me demoro. Tú sí, sin fin. Incluso tu sonrisa llega tarde a mis sueños cuando me cierras, encierras y compruebo aquel temblor de ausencia convertido en caricia compartida. No existo para que notes mi presencia, sino para que sientas mi ausencia.

Dormido, sueño con un despertar infinito para que me vuelvas a acariciar y nos adaptemos porque poseemos una de las armas más poderosas de supervivencia: el olvido. Hay resurrección incluso del más profundo olvido.


L1 Urquinaona

Solo desde el cielo y entre tus manos es posible ver la eternidad, con la paciencia necesaria. Una eternidad que representa quienes somos.

A veces, razonamos juntos la inmortalidad, la tocas a través de mis páginas, dejando anochecer, sin encender la luz, sin vernos, solo tacto. Recuerda que nuestro amor es la luz que ilumina a quien lo da y, también, a quien lo recibe. Morimos sin morir uno frente a la otra, tú, para volver a resucitar y suicidarnos mutuamente.


L1 Arc de Triomf

No recuerdo si anoche nos suicidamos. Supongo que no. Es hermoso mirar al cielo y ver un tapiz de colores deslizándose entre un mar de nubes. La primera estrella de la noche me ha salvado en infinidad de ocasiones y esta es una más. 

Sí, estoy vivo. Noto tus uñas clavadas en mi lomo en un éxtasis que cercena y vuelve a reducir tu deseo entre mis palabras.


L1 Marina

Duplicas, multiplicas mi imagen y las pones todas frente al espejo biselado de la realidad para vigilarlas con inquietud e intentar cambiarlas. Incapaz de decir, solo puedes repetir y replicar mis realidades, ¿tus imágenes?

Mírate en ese espejo desde donde los invisibles nos ven, y observa cómo desfiguras mi rostro interlineal entre arrugas de palabras apretadas en un puño, mientras te clavas las uñas. Intensidad erótica que temo, porque lo que hoy es entusiasmo, mañana será desfallecimiento. No se puede acariciar con puños. 

Vuelve a mirarte mientras me tienes retenido. Tu reflejo, el mío y el de los olvidados, mano a mano, usurpándonos, temblando, callando en una huida mágica, persecución sin aliento. No importa. Sigamos.


L1 Glòries

Existe un lugar donde siempre somos quienes hemos querido ser. Cierro los ojos, tú me ves, yo no. Durante un segundo o acaso menos, has dejado de existir y no lo sabías. Vivir es prometer no morir. Morir es fácil con los ojos cerrados, a veces vivir también.


L1 Clot

Sé que desaparecí. Te volviste loca. Me buscaste inútilmente. Lo sé. Me hundí entre los bolsillos y rincones de tu bolso. Mis páginas te llamaban, mientras tú llorabas porque no me encontrabas. 

No llores más, las lágrimas no te permiten verme entremezclado entre los surcos de la piel de tus dedos. En cada una de tus lágrimas habita y se refugia una esperanza. Morí y renací: ¡abrázame!

¿Qué sentiste en ese instante de vértigo en el que pasado y presente estaban confundidos y mezclados entre sí? Ese pasado, intruso difícil de mantener a raya.


L1 Navas

Pasado el duelo de mi muerte, ha llegado la alegría de mi nacimiento. Acudes a mí, desesperada, atónita. No eres la única, casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación. Al menos, tus manos me acunan cual mujer encinta. 

Vuelvo a sentir en mi piel el frescor de tu sombra y la calidez de tus dedos. Noto cómo las indescriptibles arrugas de tu piel proceden de tu alma. Volvemos a estar juntos, reflejo de un sueño: nuestro destino. 


*


Llueve de camino al trabajo.


Lluvia temprana,

rayos entre las grietas.

Charco de color.


Horas en la oscuridad de tu bolso desde el que oigo pasos de alguien que no llega nunca. 

Noto que regreso a casa envuelto en un halo de humedad que cristaliza mis venas a la espera de la calidez de tus dedos.


*


L1 Navas

Seguimos perdidos en este incierto diálogo repleto de dudas. Hoy, al despedirnos, te he vuelto a mirar desde la esquina de la página antes de que la doblaras. Te he dicho adiós con la mano, pero no te has dado cuenta. No me has visto y me has dejado con tu memoria. No quiero decirte adiós, quiero negar nuestra separación. Eres efímera, lo sé: ¡acaríciame!


L1 Clot

Incomprensible, falsa e infinita ruptura. Tu alma huyó en mi carne muerta. Te he esperado con ansiedad. ¿Por qué has tardado tanto? ¿Vacilas, caminas entre las sombras? ¿Acaso un terror antiguo te ha detenido? Ábreme, desdóblame y te iluminaré. Vivo y seguiré viviendo en tu memoria desde el momento de tu elección. Ya no lo puedes evitar. 

Por extraña que pueda llegar a ser mi muerte, renaceré entre mis propias cenizas y seguiré ahí, en papel o en tu recuerdo. A mí me basta con ser quien soy y no quiero ser otro. He aprendido mucho y lo quiero compartir contigo. Sigue a mi lado. Ya estamos cambiando los dos en este sueño, no soñado por ti, sino por mí, o quizás por otro u otra, aún por nacer.


L1 Glòries

No llores. Sigo aquí, a tu lado, húmedo entre tus dedos.

¿Sabes? Al destino le agradan las repeticiones, las copias, las imitaciones, los duplicados, las réplicas, los calcos, las multiplicaciones.


L1 Marina

El mundo será más pobre cuando yo y los míos desaparezcamos, cuerpos habitados por palabras. Ya lo han intentado antes y no lo han conseguido. Para nosotros, las llamas son una constante repetida, temida. Intuyo que ante mis cenizas solo te quedará engendrar actos más allá de la condición humana. Yo seguiré más allá de tu presencia. Incluso en nuestra agonía somos memoria del universo, aquello que no se olvida, enormes hormigueros de papel, pensamientos tatuados en la piel.


L1 Arc de Triomf

Muchas cosas ahora son como si no hubieran sido, pero el sueño de uno es parte de la memoria de otra. Solo tu memoria me puede alterar, cambiar con el tiempo. Cada minuto que pasa es irrecuperable. Sabiendo esto, ¿cómo podemos malgastar tantas horas? Nadie sabrá en qué imágenes me convertirás y de qué olvidos entraré a formar parte.

¿Quién eres tú, la soñadora o la soñada? Yo sé quién soy: la oposición de dos mundos. 


L1 Urquinaona

¿Sabes?, a veces tengo celos, no por lo que veo; con lo que imagino me basta.

Esta noche te veo distinta. Te veo perdida en los laberintos del sueño, pero hasta mañana no te lo diré.


L1 Catalunya

Si caigo en tu olvido, lo habré merecido por no haber sabido encontrar la palabra del universo que significa lo que quieras que signifique.

Nuestra piel es una gran página en blanco


L1 Universitat

Lo siento, lo sé. Ahora no hay nadie en ti, ni siquiera detrás de tu rostro o de tus caricias. Las yemas de tus dedos están agitadas, frías, inmersas en un sueño no soñado. No siempre eres así. Hoy simulas ser alguien que no eres para no mostrar tu condición de nadie. Simulo que me miras, pero sé que finges. Se te da muy bien simular. Recuerda que el agrio sabor de la irrealidad recaerá sobre ti, tarde o temprano, y volverás a ser nadie. Entonces, me tendrás a mí, fiel a tu lado en el rol de papel. Yo soy lo que no soy a tu lado: alguien, muchos y nadie a la vez.


L1 Urgell

Desde el crepúsculo del día hasta el crepúsculo de la noche te espero. Espero tu mirada, tu caricia, los rasguños de tus uñas, incluso tu saliva. Algo en mí se rebela cuando no me miras y noto que me olvidas. Contigo pierdo ese complejo infinito de tu ser, ajeno a la simplicidad de los humanos. No lo puedo recuperar.

¿Sabes por qué te necesito? Soy un cúmulo de palabras desprovistas de pensamiento sin ti, una cosa muerta. Soy un conjunto de pensamientos que, sin tus palabras, solo soy sombra. He dejado de ser aquella nube que descarga una lluvia de palabras. ¿Dónde va un pensamiento cuando se olvida?

¡Escucha! Necesito impregnarme de ti hasta el lomo y no perder jamás la esencia de tu olor. Tus dedos, tu esencia, hasta llegar a ser uno otra vez.


L1 Rocafort

No sé por qué nuestra relación ahora es hostil. Tú vives y no me dejas vivir. Tus horas entre mis líneas no me pueden salvar. Me has destinado a perderme, quizá algún instante de mí pueda sobrevivir en ti, sin que tú lo sepas. No lo sé. Me reconozco en ti, no en mí. Mi vida se borra, empieza a ser olvido, desmemoria y ya no distingo entre tú y yo. ¡Cambia tu vida ya!, ¡no esperes al mañana! Actúa ahora, sin demora. Recuerda, es hora de salvar a las cosas por su nombre. Confieso que aún siento cómo tu mano acunaba con ternura mi lomo mientras me mirabas. ¿Quién habla, el sueño o el olvido?


*


Siéntate en el andén y acabemos con esto. ¿Falta mucho para que falte poco? La posteridad pertenece al pasado. No podemos seguir así. Hemos llegado al final de nuestro trayecto, un recorrido cuyo único objetivo, lo confieso, ha sido intentar trazar lo imposible, la curva más linda de tu cara, tu sonrisa. 








sábado, 1 de abril de 2023

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 10.- El vino canario en la literatura

 


Abril 2023. No.10 

Artículo publicado en la sección 'Desde mi balcón' de la revista cultural canaria Tamasma Cultural nro. 35 del 30 de enero de 2023.

Desde mi balcón, observo el horizonte y bebo una copa de vino canario mientras me informo sobre sus orígenes. Descubro, sorprendido, que desde el siglo XV los caldos canarios han sido una fuente de riqueza de las islas. La primera isla en la que se cultivó fue Fuerteventura, un siglo antes de la primera plantación que hizo Fernando de Castro en 1497 en Tenerife y que John Hill en El Hierro en 1526.

Su calidad surcó los mares, principalmente, gracias a los piratas, corsarios y aventureros de la época. Ellos consiguieron que el vino canario se exportara a Europa, en especial, al mercado británico, sobre todo la variedad malvasía, a la que denominaron unas veces “vino canario” y otras “sack”.

Según el blog de la escritora Felicidad Batista,

“El ilustrado escritor, historiador, botánico y sacerdote José de Viera y Clavijo definió y relató el origen del malvasía en su Diccionario de historia natural de las islas Canarias publicado en 1799:
«Nombre que damos a la parra y al vino dulce de sus uvas, que se hace en las islas de Tenerife y La Palma, por haberse entendido que esta especie de vid era originaria de una pequeña isla de Grecia llamada Malvasía y antiguamente Epidaura. […] Sin embargo, la tradición más recibida entre propios y extraños es, que la dicha casta de parra no nos vino en derechura de la isla Malvasía, sino de la de Candia, que en lo antiguo se llamó Creta»”.

A finales del siglo XVIII, el comercio del vino isleño entró en crisis por tres motivos:
  • Los impuestos que debía pagar a la Corona Británica para poder ser comercializado en su territorio.
  • La llegada al mercado del vino Oporto.
  • Las restricciones comerciales que impuso la monarquía española a su venta ante las quejas de los comerciantes del resto del Estado español.
En el mundo literario, el Canary wine fue fuente de inspiración y es mencionado en las obras de grandes maestros de la literatura:

  • Ben Jonson, en Inviting a friend to supper.
  • Shakespeare, en Las alegres comadres de Windsor y en Enrique IV.
  • Giacomo Casanova, en La Historia de mi Vida.
  • Immanuel Kant menciona el Kanariensekt en La Crítica del Juicio.
  • Friedrich von Schiller, en el poema Canción del ponche para cantar en el Norte.
  • Robert Louis Stevenson, en La flecha negra.
  • Sir Walter Scott, en La novia de Lammermoor.
  • Edgar Rice Burroughs, el escritor que creó Tarzán, en The outlaw of Torn.
  • El científico Alexander Humboldt, en sus Memorias.
Políticos como el Zar Alejandro I de Rusia, Francisco I de Francia o el rey español Carlos III lo han mencionado. Incluso parece existir una leyenda, según la cual, el primer brindis por la independencia de Norte América, que realizó George Washington, fue con una copa de vino malvasía canario. No es descabellado pensar que Bernardo de Gálvez, nombrado ciudadano honorífico de los Estados Unidos por el presidente George Washington por su contribución a la derrota británica y su participación activa en favor del Ejército Continental y que pasó gran parte de su adolescencia en Tenerife, fuera quien introdujo ese tipo de vino.

Antes de finalizar, y como la traducción es parte importante e indispensable de la literatura, quiero mencionar el curioso comentario que hace el escritor Manuel Mora Morales sobre las traducciones del vino canario:

”Es frecuente encontrar el nombre del archipiélago en las obras originales de grandes autores internacionales. Lo curioso es que, tan pronto esa obra es vertida al español, el nombre de Canarias desaparece o es sustituido por el de España o el de alguna otra región española, sobre todo si la referencia había sido elogiosa y el traductor no es canario”.

Esta historia de siglos, junto con la relación entre los factores geológicos, climáticos y ambientales que ofrecen las islas Canarias, contribuyen a crear tipologías de vinos diversos en cada isla. A pesar de sus diferencias, conservan una identidad común que se ve reflejada, hoy en día, en la conocida Denominación de Origen Protegida (DOP) Islas Canarias.

Webgrafía

La entrada anterior: 19 de marzo: Día Internacional del Artesano

miércoles, 22 de marzo de 2023

Todo el tiempo, el mar




Poema publicado en la revista de cultura canaria Tamasma Cultural con motivo del Día de la Poesía, el 21 de marzo de 2023.


Tras la ventana,

salgo de las mantas

para zambullirme en un mar helado.


En posición horizontal,

perdido ante la hoja de papel en blanco,

observo la monotonía del azul.


Insignificante e inmenso

se recoge ola tras ola,

hoja tras hoja...


se escapa.


Me sumerjo en ese blanco que rodea al negro

para retroceder hacia 

el templo del saber.


Miro afuera

sin ver nada,

con el dedo detenido en las palabras.


La profunda mirada de un gato

me extravía.

Paisaje de pensamiento infinito.


Desdeño las apariencias

porque no son realidad

y celebro su breve existencia.


Frente al reflejo del vidrio, único conocedor de mí mismo,

confundo soledad con miedo a estar solo,

sol de día con resplandor de hoguera nocturna.


¿Fue fogata,

es nacimiento de fuego,

será lumbre de hogar?


Pido ayuda, ayuda de cualquiera.

Trepo descendiendo por las ramas de mi corazón

para rogársela a las nubes.


Esta hora que siempre está empezando 

no es de hoy,

serpentea por las entrañas, implacable.


Obedezco a una intuición 

hasta apreciar la forma que limita con la nada

mientras la luz se retira.


Pierdo el enfoque necesario

ante la vastedad de la intemperie.

Solo queda una idea: todo el tiempo, el mar.


miércoles, 15 de marzo de 2023

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 9.- 19 de marzo: Día Internacional del Artesano






Artículo publicado en la sección 'Desde mi balcón' de la revista cultural canaria Tamasma Cultural nro. 38 del 15 de marzo de 2023.

Marzo 2023. No. 9

Desde mi balcón, observo la maceta en la que tengo plantada la hierbabuena que cuida de mi salud. Sus propiedades antiespasmódicas, antisépticas, analgésicas, antiinflamatorias y estimulantes alegran mi rutina diaria cada vez que la sumerjo en un mojito. Una joya de planta instalada en una vasija artesanal adquirida en el Centro Alfarero «Casa Las Miquelas» de la Villa de Candelaria.

Supongo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) decidió elegir el 19 de marzo como Día Internacional del Artesano por influencia de la religión católica. Este día coincide con la celebración del día de San José, quien, según cuenta la leyenda, era carpintero de profesión.

Esta fecha conmemorativa pretende visibilizar las condiciones y la situación de los hombres y mujeres artesanos. Oficio para el que la mayoría de países no cuenta con un marco jurídico que apoye y regule su producción, así como que proteja la propiedad intelectual de sus obras artesanales. Si a esto se le añade la imposibilidad para competir con la producción a gran escala y la dificultad para transmitir sus tradiciones a las nuevas generaciones, es obvia la necesidad de la existencia de un Día Internacional.

Ser artesano, hoy en día, es crear arte mediante la elaboración manual de objetos artesanales, aplicando el ingenio y la originalidad, para la creación de piezas con el apoyo de herramientas. Un proceso que requiere destreza y precisión, y se transmite de una generación a otra.

El Centro Alfarero «Casa Las Miquelas» se encuentra en una vivienda tradicional rehabilitada en la calle Isla de La Gomera 7, en el casco histórico de Santa Ana, en la villa de Candelaria. Una visita al centro, ofrece la oportunidad, gracias a un excelente video introductorio, de conocer la historia y forma de vida de las alfareras locales, que llegaron a convertir este arte en la principal industria del municipio en los siglos XVIII y principios del XIX. En su momento, convivieron hasta 150 alfareras, oficio de mujeres en el que participaba toda la familia: el hombre traía la materia prima y los niños y niñas se encargaban del almagrado (marcar la señal de la familia) y pulido final.

La visita al Centro Alfarero «Casa Las Miquelas» es importante para ayudar a mantener viva la tradición alfarera guanche. Ardua tarea a la que se enfrentan tanto el personal del Centro, como el Ayuntamiento en su esfuerzo por mantenerlo abierto y accesible a personas con movilidad reducida. Además, la visita permite comprar joyas y objetos tradicionales, exclusivos y creativos, elaborados a mano.

Por último, si quieres apoyar a los artesanos locales, puedes compartir este artículo en las redes sociales el 19 de marzo con la etiqueta #DíaDelArtesano como símbolo de aprecio a nuestra herencia cultural.




lunes, 6 de marzo de 2023

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 8.- Se acabó el Carnaval, ¡viva el Carnaval!

 



Marzo 2023. No.8 


Carnaval es la celebración previa a la Cuaresma, que da paso a la Semana Santa. Desde la Cabalgata Anunciadora, pasando por el entierro de la Sardina y la Piñata de Santa Cruz llegamos al carnaval de Candelaria; casi un mes de fiesta y máscaras. Días en los que se han vivido las Elecciones de Reinas adultas, infantiles y de mayores, el Coso, los bailes masivos, las comparsas, murgas y muchas otras actividades lúdicas. Todos hemos podido ser lo que no somos. ¡Eso es el carnaval! ¡Viva el carnaval!

    Hemos vuelto a ser niños y niñas, traviesos sabiéndose adultos porque necesitamos jugar. Hemos jugado con máscaras para ocultar las que llevamos el resto del año: en el trabajo, en la vida social, en la compra, en familia. En definitiva, una colección de máscaras, antifaces y caretas que ‘cargamos’, las más de las veces, por compromiso. Aunque, también, en ocasiones, por devoción. Máscaras que la vida nos obliga a llevar o aquellas que ocultan nuestro verdadero ser. 

    Sin el carnaval, corremos el riesgo de que se peguen a nuestra piel, apresándonos en ella. Con el juego del carnaval, cambiamos de piel. Las nuevas máscaras borran las del resto del año y nos obligan a replantearnos qué otras queremos llevar hasta el próximo carnaval. El juego de la renovación que nos libera de lo que no somos y nos permite ser un pequeño adulto juguetón que quiere dejar de ser nadie, y ser, aunque solo sea por unos pocos días, alguien con una máscara.

Recuerda: lo que se hace en Carnaval, se queda en Carnaval.
;)

La entrada anterior: Risas y lágrimas

sábado, 18 de febrero de 2023

El círculo vicioso de la miseria

 


Relato publicado en la revista mexicana Aion el 15 de febrero de 2023: 
https://aion.mx/literatura/el-circulo-vicioso-de-la-miseria



—¡Vamos viejas, moveos, joder! —gritaba el imberbe guardia civil— ¡Seréis putas, caguendiós!, ¡y no me habléis en arañol, coño! 

Debía de ser uno de los primeros destinos que tenía, el norte de África, y quería demostrar su autoridad, pero el odio contra las mujeres ya lo traía de fábrica. Se le notaba.

Venían todas juntas en fila india, una Santa Compaña de bultos y grandes paquetes, en silencio. Guardaban energías para la batalla que se avecinaba: cruzar la frontera. Sus pasos acompasados y el sudor las hacía parecer mulas bajo el sol, supongo que de ahí les viene el nombre. Eran visibles desde lejos, como si fueran una recua levantando polvo. Sus caras morenas y cansadas, tapadas algunas y vestidas de oscuro la mayoría. Casi todas con su hiyab.

A mis cincuenta años, y después de haber salido de las profundidades del alcohol y de una ruptura de pareja, ya nadie se acordaba de aquel periodista intrépido al que todo el mundo quería publicar. Aquel valiente reportero que destapó el principal foco de reclutamiento del terrorismo yihadista en España el año 2010. «¡Qué efímera es la fama y que rápido te engulle el olvido! —pensé». Necesitaba volver. Este país que me lo dio todo, me lo tenía que devolver. «¿Seré capaz? —me pregunté a mí mismo». «No lo sé —me respondí».

Se acercaban y me aparté de su mirada. Quería que no me viesen, que fueran ellas mismas, por eso me di prisa en esconderme entre los edificios del paso fronterizo. Me interesaba su naturalidad para un reportaje que me habían encargado escribir junto a la biografía de Antonio López Sánchez-Prado, el primer alcalde republicano que fue asesinado por la Legión de Millán-Astray en la playa del Tarajal en julio de 1936. 

Ahí estaba yo, de pie, viendo ese espectáculo dantesco, sin hacer nada, solo observaba y escuchaba un eco continuado de Assalamualaikum. En el otro lado, hacia donde ellas se dirigían, podía ver a decenas de personas hacinadas, los paquetes estaban por todos lados, envueltos en tela de saco y atados con cintas y cuerdas; se oía un ruido ensordecedor, una cacofonía de motores y gritos unidos por un hedor a sudor y gasoil. 

—¡Demonios!, ¡os debería dar vergüenza!, ¡rápido! —abroncaba el joven guardia civil sin importarle que la mayoría de ellas tuvieran edad de ser su madre o abuela.

Ya habían llegado hasta donde yo estaba. Pasaban junto a mí, una fila de hormigas, chorreando sudor, arrastrando los pies y con la cara gris del polvo del camino. Una de ellas, joven y altiva, me vio. Lo noté, a pesar de estar medio oculto. Hizo una señal a sus compañeras y un pequeño grupo de cinco mujeres, de edad indefinida, se apartó de la fila y se dirigió hacia donde yo estaba. Iban vestidas con ropa ancha, larga y un velo, todas llevaban la cabeza cubierta, aunque dos de ellas dejaban entrever su melena. Solo una, la más vieja, iba tapada por un manto negro que le cubría de pies a cabeza. El rostro de la que parecía la líder me resultaba familiar.

Assalamualaikum —dijeron.

Wa 'alaykumu as-salam —contesté.

—Eres el periodista Escribano, ¿verdad? —dijo la que me resultaba familiar—. Desde Fnideq, a unos siete kilómetros de esta maldita frontera que separa Europa de África, venimos solo por verte.

—¡Vamos, coño! ¡Moveos! ¡Moved el culo de una puta vez! —seguía vociferando el imberbe—. Ya tienen razón, ya, cuando dicen que a la mujer y a la mula, vara dura —espetó entre carcajadas.

—¿Qué quieren? —les pregunté.

—Te hemos buscado en Tánger y en Tetuán —dijo una de las mujeres jóvenes que mostraba parte de su cabellera—, pero nos informaron que ya no vivías allí, que te habías trasladado a este lado de la frontera. Sabemos que hace tiempo que no escribes. Tus artículos en la prensa eran conocidos y respetados entre un sector de la población que desea una mayor apertura y no quiere volver al integrismo. Por eso hemos venido. Creemos que tus artículos pueden seguir teniendo influencia en el gobierno y por eso nos interesa que escribas sobre nosotras y nuestra situación.

Yo ya sabía quiénes eran, pero no quería demostrarlo. El hecho de que me hubiesen llamado por el apodo, Escribano, ya me indicaba qué querían. Solo se dirige a mí de esta manera gente relacionada con la prensa o con la política.

—Pues sí, Escribano, por fin te hemos encontrado, gracias a Alá o a tu Dios —dijo la que parecía ser la líder—. Vámonos lejos de ese imbécil con uniforme.

El guardia civil fue directamente hacia ellas hasta que me vio. Se paró y les echó un vistazo con desprecio a unas, con lujuria a otras. Una mirada sucia y oscura que se coagulaba sobre la piel de cada una de las mujeres, mientras pasaban frente a él. Nos acercamos a una cafetería. Les pregunté si querían tomar alguna cosa, aunque fuera un vaso de agua. Se sentaron, secándose el sudor con servilletas de papel.

—No, gracias —dijo una de ellas—. Venimos con un encargo.

—Tú me conoces, ¿verdad?, no te hagas el loco —me espetó la que llevaba la voz cantante.

—Creo que sí —le dije—, te he visto antes en alguna parte. ¿No serás Safiyya, la española que vive en la frontera?

—Sí, la misma.

—¿Seguro que no queréis ni siquiera un vaso de agua? —les volví a preguntar.

—Ya que insistes tanto, no te vamos a llevar la contraria.

Pedí al camarero unas botellas de agua y las cinco mujeres con sus vestidos polvorientos se las bebieron en un abrir y cerrar de ojos. Luego pedí más agua y se la volvieron a beber. 

Sabía que el grupo de mujeres de Safiyya me andaba buscando desde la muerte por aplastamiento de Yasmina y la violación de otras dos mulas.

—¿Y qué os trae por aquí?

—A ti.

—Ya me tenéis.

—Llevas tiempo viviendo entre nosotras, escondido en este agujero. 

—No me oculto. Aquí estoy bien. ¿Y qué queréis?, soltadlo de una vez —les dije de nuevo.

—¿Siempre eres tan maleducado? —me preguntó la que parecía más joven—.

—Sí, eso dicen.

—Pues se trata de que las mulas necesitamos visibilidad —interrumpió Safiyya—. Queremos que un hombre, con una firma reconocida, escriba nuestra historia para denunciar públicamente esta situación. Por desgracia, no es lo mismo si lo hace una mujer. Solo si un hombre hace notorio cómo vivimos las mujeres mulas, nuestro día a día podrá mejorar. Por eso te necesitamos. Eras de fiar y sabemos que escribirás la verdad, a pesar de ser un borde.

Por un lado, quería darles largas porque no me gusta que me digan lo que tengo que escribir, pero lo cierto es que su historia encajaba a la perfección para el artículo que me había encargado un diario europeo. Además, los problemas que tendría con la policía marroquí me darían publicidad.

—¡Acabemos pronto con este tema, que hemos de volver a Fnideq! —dijo una de ellas que, hasta el momento, había pasado inadvertida.

—No os preocupéis por eso, os podéis quedar donde estoy viviendo. Hay colchones para todas.

—¡Eso sí que no!, yo no voy a pasar la noche en casa de un extranjero, ¿qué dirían en la aldea?

—Y tú, ¿estás casada? —le pregunté a una que no decía nada.

—Yo no tengo marido, Escribano. No me quiero casar con estos de aquí, quiero un español.

—¡Como si eso fuese garantía de algo! —dije, riéndome a carcajadas.

No paraban de hablar hasta que Safiyya las mandó callar.

—¿Quieres venir con nosotras? —me preguntó directamente.

—¿Adónde?

—A Fnideq. Por eso vinimos. Para llevarte.

En ese momento, tuve ganas de desaparecer. Salir de la cafetería y evaporarme.

—¿Y qué queréis que haga yo ahí?

—Queremos que nos acompañes y que veas nuestro día a día en primera persona, que nos conozcas sin interferencias ni censura. 

 —No puedo ir —les dije.

—Yo no quiero ni tu agua —dijo Soad—. Nada quiero de ti. 

Se levantó y se marchó, no sin antes tirarme el contenido de su vaso a la cara.

—¡Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda, ni siquiera este! —gritó con desprecio, mientras salía del bar—. Os espero fuera, no quiero perder más tiempo con este tipo.

—¡Maldita salvaje! Suerte que era agua y hace calor —dije mientras me secaba.

—A mí, en cambio, me dan ganas de darte una bofetada —dijo Safiyya—. Pero me aguanto. Te vamos a llevar a Fnideq. Eres el único que puede escribir el artículo.

—Buscad a otro. Yo no quiero tener vela en este entierro.

La más vieja de todas, la mujer vestida de negro, tenía lágrimas en los ojos, lo único que le veía, y le temblaban las manos. Se levantó con dificultad y se plantó ante mí.

—Yasmina era mi hija —dijo secándose las lágrimas—. No quiero que le pueda suceder lo mismo a mis otras hijas, o a las chicas del pueblo.

—No tienes por qué llorar —dije de forma estúpida.

—No quiero que el patrón abuse de mis hijas cuando sean mulas, como ocurre con las fresadoras. ¿Lo entiendes? Esperábamos que tú nos ayudases. Se levantó y salió de la cafetería.

—¿No lo entiendes, Escribano? —añadió una de las chicas que no había abierto la boca hasta ese momento—, la suya es la voz que grita en el desierto, la protesta del alma desolada. 

—Me quedo —dijo Safiyya—. Haré un último intento yo sola. No te será tan fácil librarte de nosotras.

—Pero, ¿cómo te vas a quedar con él?, ¿qué dirán? —le dijeron las compañeras mientras se levantaban—. Pensarán mal de ti.

—No será peor de lo que ya opinan. Que murmuren lo que quieran. ¡Qué más da! Ya tengo una reputación. Me quedaré contigo —me dijo—, pero solo si me prometes que andaremos juntos hasta Fnideq antes de que amanezca. No puedes dejarme ir sola. Lo que me podría pasar por esos caminos caería sobre tu conciencia.

—Pero... —intenté contestarle mientras nos levantábamos de la cafetería e íbamos a mi casa.

—No te olvides el libro sobre la mesa —dijo Safiyya—. ¿Qué lees?

—Un cuento del mexicano Juan Rulfo, Anacleto Morones.

Una vez llegamos a la casa y, siguiendo la tradición, le ofrecí un té. Eché una cucharada de té en la tetera, y le añadí agua hervida calentada en un recipiente aparte. Noté que Safiyya me observaba en silencio. Dejé reposar el té un par de minutos, y lo tiré. Añadí azúcar a la tetera y más agua hirviendo. Esperamos en silencio a que hirviese y le eché hierbabuena. Unos minutos después, azúcar. Por último, y con la mirada de Safiyya clavada en mi cogote, llené un vaso y lo devolví a la tetera tres veces, como marca la tradición, y serví dos vasos, dejando que el té cayera en picado sobre el vidrio. En ese momento, Safiyya añadió un poco de hierbabuena.

—Felicidades, Escribano —me dijo—, realmente me has sorprendido con la preparación del té. Sin embargo, no creas que por ello me olvido del tema que me ha traído hasta aquí. 

—No, no —dije con una sonrisa—, ya lo suponía. Pero nos entenderemos mejor alrededor de un buen té.

—Estás desmejorado desde la última vez que te vi. ¿Qué te ha pasado? —preguntó Safiyya—. Te veo hinchado y has perdido pelo, además te has afeitado el bigote que llevabas.

—Sí, he tenido una mala época: alcohol y depresión. Me ha costado aceptar el paso de los años. De todas formas, ya está superado, o eso espero —contesté.

—Las mujeres mulas —me contó Safiyya como si no le hubiese importado mi último comentario— transportan cada día a sus espaldas unos 60 kilos de materiales. Es un trabajo lleno de riesgos por las estampidas en la frontera, el peso de los bultos y los abusos sexuales de los encargados de asignar los fardos. Todo por siete o diez euros por paquete transportado. ¿Lo sabes, verdad?

—Sí, lo sé. Cuantos más viajes, más ganan, por lo que no tienen tiempo para descansar. Creo que algunas cruzan durante cinco horas al día, cuatro días a la semana y con cuidado de que no cierre la frontera. 

—¿Y la corrupción, qué me dices de eso, Escribano?

—Sé que la mayoría de los almacenes están en manos de mafiosos marroquíes y españoles que las explotan. Asimismo, he visto sobornar a aduaneros para que miren hacia otro lado cuando pasa su mercancía.

—Supongo que también sabrás que hay contrabando de certificados de residencia. Así, las mulas que no viven cerca, lo obtienen por unos 500 euros y pueden cruzar la frontera sin visado.

—Sí, lo sé.

—Veo que estás mejor informado de lo que pensaba. El caso de Yasmina fue algo diferente. Ella transportaba en sus espaldas 50 kilos. Ese día ya llevaba tres viajes y le propusieron un cuarto más pesado, aceptó, pero tuvo la mala suerte de tropezar y el bulto le cayó encima. Se desnucó. Además, se había atado a la cintura varios pares de zapatos, y amarrado cajas de bragas a los muslos, lo que le impidió moverse libremente cuando cayó bajo el fardo.

—¡Joder! No sabía que se había desnucado —exclamé, mientras rellenaba las tazas de té.

—Antes de salir de sus casas —dijo Safiyya—, rezan sus oraciones por la mañana y se preparan, sin saber si volverán vivas o muertas.

En ese momento, se levantó la ropa interior para mostrarme los moratones que tenía en las piernas, fruto de la policía militar, que a golpe de porra y cinturón tratan de poner orden.

—Fui golpeada por los mejaznis cuando intentaba avanzar hacia el frente de la cola —dijo—. Si no me detuve, no fue por mi voluntad, sino porque la multitud me empujó. Los guardias nos apalean como si fuéramos ganado.

—¿Quieres otro té?, tenemos una larga noche por delante y hay que mantenerse despierto.

—Sí, gracias, pero deja que siga explicándote. Antes, las mulas solían ser madres solteras que no tenían otra opción para ganarse la vida, ahora están compitiendo con jóvenes con antecedentes por drogas que nadie les quiere contratar legalmente. Cuando ellas llegan, se dirigen a un jefe que les indica, entre comentarios soeces y tocamientos, lo que tendrán que hacer. Una vez repartido el trabajo, han de esperar a que los guardias abran las puertas de la frontera; allí, comienzan las peleas por entrar y lograr un espacio por donde cruzar. 

Faltaban unas pocas horas para que empezara a amanecer. Seguíamos bebiendo el té a sorbos y comiendo hummus de garbanzos y baklavas de diversos tipos.

—En este país, se nos entrena para no ver. La educación deseduca, uniformiza, y los medios de comunicación incomunican, manipulan. Se nos educa para ser mansos como ovejas, estar embrutecidos por la ignorancia, por el consumismo y por la televisión. Nuestros jóvenes están abotargados por el hábito de la obediencia, vigilados de lejos. Lo cierto es que solo si luchas, puedes perder, si no luchas, estás perdido.

—¡Qué dura eres con los tuyos!

—Dura, no. Soy realista. Vamos, Escribano, levántate y marchemos ya o se nos hará tarde.

No sé por qué motivo, pero yo era un autómata en esos momentos. Me levanté y la seguí. Teníamos un largo camino de unas cuatro horas por delante con la única compañía de los ladridos de perros. Parecía que no íbamos a encontrar nada al otro lado del camino, pero al final siempre aparecía una llanura llena de grietas y de arroyos secos. Caminábamos en silencio. Ya llevábamos más de dos horas de ruta y seguían los ladridos. De repente, un olor a humo fue el primer indicador de que el pueblo no se encontraba lejos, además el viento lo iba acercando mientras nuestro silencio seguía manteniéndose para no malgastar energías.

Cayó una única gota de agua. Esperamos a que cayesen más y las buscamos con los ojos. Pero no había ninguna más. No llovía. La nube había huido. Seguimos caminando más de lo que habíamos andado. Nos detuvimos para ver llover y no llovió. En esa llanura seca no había nada, solo polvo, arena y cactus. Y por ahí íbamos nosotros, a pie y en silencio. Algunas lagartijas asomaron la cabeza por encima de sus agujeros. Conforme bajamos, los ladridos de los perros se iban acercando hasta tenerlos al lado. Seguimos adelante, adentrándonos en el pueblo: aguas residuales a nuestro paso, cables de la luz enredados entre sí en un sinfín de empalmes ilegales, un centro de salud desvencijado llamado ‘el Tarajal’ y niños aburridos esnifando cola en plazas sin columpios. Esa era la imagen de bienvenida. Una ráfaga de viento sacudió los jirones de banderas que colgaban de los balcones.

—Aunque yo sea española, mis padres nacieron aquí, volvieron y viven aquí desde hace años.

—¡Mira, Safiyya! En ese grupo hay gente llorando. ¿Qué pasará? —pregunté, mientras oía voces plañideras mezclarse con ladridos de perros y el ulular del viento.

—¡Es mi familia! —gritó y salió corriendo.

—¡Safiyya, hija! —se oyó un grito entre la multitud de mujeres—. Umaima ha muerto. Una desgracia. Hace dos días que fue arrollada en la verja y el médico dijo que no tenía nada. Llamamos a una ambulancia y para cuando llegó y la condujeron al hospital, la pobre murió. Solo llevaba un mes cargando bultos por la frontera. 

—¡Hola, madre!, menuda desgracia. 

Se volvió hacia mí. Me miró directamente a los ojos, indignada.

—Aquí, las agujas del tiempo retroceden, alocadas; se agitan en un permanente descenso a los infiernos.

—Sí, …

—¡Calla, no digas nada! Es mejor así. 

—Pero, …

—¡Calla, te he dicho! Esto es un no parar —dijo—, ¿te das cuenta, Escribano?, ¿no es eso lo que querías?, verlo tú mismo. Para ayudar a que la realidad cambie, hay que empezar por verla. Para esta gente, en el sueño del siglo XXI no hay otra cosa más que sol y hambre. Espero que lo sepas escribir bien y recuerda que la tierra que ahora pisas fue la de sus últimos pasos.

Safiyya se marchó con el resto de mujeres. Al otro lado, vi a un grupo de hombres con la policía militar rodeando a un anciano desconsolado. Un par de chavales se acercaron hasta donde yo estaba.

—¿Qué pasa? —les pregunté.

—Es el padre de Umaima —uno de ellos me comentó—. Se quieren asegurar de que no denuncie la muerte de su hija. Le harán firmar el certificado médico que especifica que ha sufrido un ataque al corazón —susurró—. Como siempre. Vivimos en una sociedad de sordomudos: prohibido escuchar y prohibido decir la verdad.

—Nuestro entorno está mudo y quiere olvidar lo que vive —añadió el otro chaval—. Nadie reconoce que la verdadera dignidad está en la memoria, no en el olvido.

—Sí —comenté—, es ese silencio que anula la esperanza, el deseado olvido, germen del círculo vicioso de la miseria.

Se marcharon y me dejaron solo con mis cavilaciones. Me encontré ante un dilema que únicamente lo podría resolver el azar. Metí la mano en el bolsillo, tomé una moneda y la lancé al aire. El sol me deslumbró, la moneda cayó al suelo, me agaché a recogerla y vi cómo había caído. La volví a meter en el bolsillo, me di la vuelta y volví a esa vida que tan poco me gustaba: la biografía de Antonio López Sánchez-Prado me estaba esperando.