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martes, 1 de julio de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 38.-Me gusta el viento



* Relato publicado en la Antología 2024 de Acte Canarias, Ecos del camino



Hoy estoy solo. De vez en cuando no viene mal estar solo. Puedo reflexionar mejor, además, aprovecho para escribir de noche. Hay luna llena y, cual faro nocturno, ilumina, ligeramente, la pantalla de mi ordenador mientras escribo. Una difuminada luz que me tranquiliza ante la posible, aunque improbable, aparición (dicen) de hombres lobo durante noches como esta. La energía de esta luna, ahora, me lleva a buscar nuevas formas de expresión dando vida a estas palabras.

Una noche despejada, tras varias semanas de viento, mucho viento que ha sido el protagonista indiscutible de nuestros días y noches. Unos vientos, los alisios, que suelen hacer fácil la ida, pero dificultan la vuelta.

He de reconocer que nunca me han gustado los días ventosos, hasta ayer. Ahora los miro diferentes, los sé distinguir. Hay un tipo de viento valiente y otro cobarde. Uno que viene de frente y otro que ataca por la retaguardia. Ayer, al caminar contra el viento, contra su ráfaga impetuosa, sentí que me borraba cosas, me liberaba de aquello que ya no me servía: malos momentos, experiencias negativas, … Al mismo tiempo, mientras avanzaba por la avenida Marítima de Candelaria, el olor a algas y salitre tuvo un efecto alucinógeno en mí que me transportó a una de esas guaguas londinenses con el techo descubierto.

Sentado frente a mi acompañante en la parte superior, fui consciente del momento en el que los dos veíamos el mismo paisaje, pero, claro, desde perspectivas diferentes. La vista de quien miraba hacia adelante era distinta a la de quien contemplaba hacia atrás, una metáfora de las múltiples realidades que cohabitan en nuestro mundo.

En eso iba yo pensando mientras el viento me despojaba de las cargas del pasado, al mismo tiempo que el paisaje se me introducía en lo más hondo de mí; la luz, la maresía y la calidez de Candelaria me alimentaban y me insuflaban el optimismo esencial para adaptarme a un nuevo día.

Ya sé que a mi edad no es fácil porque, primero, hay que empezar por hacerte tuyas las calles, las esquinas, el mar, los cafés, el sol y, sobre todo, las sombras. Solo así, la Villa dejará de verme como a un extraño, alguien de fuera, y se convertirá en mi hogar.

Al día siguiente, en el camino de vuelta a casa, retorné por la avenida y ocurrió lo contrario. El viento parecía diluir el paisaje y difuminaba lo que me encontraba de camino. Esa sensación me entristeció y por eso decidí hacer trampa. Esperé a que amainara y cambiase su dirección, para así, evitar esa sensación negativa de no poder abrazar la tranquilidad de saber lo que viene después de cada esquina, cada rincón, cada farola. La sorpresa fue que, en ese momento, supe que ya no me iba a sorprender el paisaje y empezaría a ser uno con él.

Una semana después de esa unión con el paisaje candelariero me subí a la base de las esculturas de los Menceyes en la Plaza de la Basílica. El motivo era simple, noté que si me encontraba a ras de suelo, el horizonte que veía sería limitado y podía caer en la tentación de creer que ahí estaba todo el conocimiento del mundo. En cambio, al subir un poco más, el horizonte se expandió y, en ese instante, fui consciente de que sabía menos que antes porque veía más. El horizonte reveló mi propia ignorancia que, lejos de ser una limitación, me enseñó que la vida es un ascenso constante, un aprendizaje continuo.

De todas formas, amigo lector, amiga lectora, recuerda que, si algún día crees haber llegado a la cima, cómprate una escalera. El ser humano es un animal que, afortunadamente, posee una ignorancia ilimitada, una oportunidad para seguir aprendiendo y creciendo.

La entrada anterior:  Un lunes cualquiera

domingo, 1 de junio de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 37.-Un lunes cualquiera

 





Hoy comienzo a escribir este artículo a las 13 horas de un lunes cualquiera en Candelaria, Tenerife, una isla rodeada por un océano rebelde. Sin embargo, en otra isla, Menorca, abrazada por un mar pacífico, lo estaría escribiendo a las 14:00 horas del mismo día 24. ¡Una hora después de haberlo comenzado en Tenerife! ¿Cómo es posible empezar a escribir algo que ya habría escrito una hora antes?

De todas formas, si estuviera en Tonga, una isla perdida de Oceanía, en la Polinesia, estaría comenzándolo a escribir a las 02:00 h de la madrugada del día 25. Es decir, podría estar escribiéndolo hoy y mañana al mismo tiempo, e incluso corregirlo antes de haberlo escrito. Esto me lleva a una conclusión: el tiempo es simplemente un invento humano. Un concepto creado con buenas intenciones pero que, con los siglos, ha terminado por esclavizarnos. Algo así como el teléfono móvil o ser un emprendedor de éxito.

Algunos tenemos la suerte de haber alcanzado ese momento de la vida en el que vivimos en un no-tiempo permanente, un estado que algunos abandonan o rechazan, pero que otros abrazamos con entusiasmo. Un tiempo sin reloj. Un espacio de no-tiempo que nos permite observar cómo crece una planta, sentir cómo morimos un poquito más cada día, y darnos cuenta ahora de nuestra no-existencia para, paradójicamente, amarnos más, cuidarnos, mimarnos, sentirnos y disfrutar de cada instante. Este no-tiempo es tan necesario como viajar, porque viajar, contrario a lo que algunas personas creen, no es huir. Es una forma de desaparecer estando presente, es un no-ser siendo, una forma de liberación.

Por otro lado, el tiempo contrario al no-tiempo, el convencional, es una trampa geométrica. Una telaraña invisible que nos atrapa entre sus hilos, haciéndonos creer que debemos sacrificar el presente por el futuro, a pesar de que la vida solo existe en el presente. Un ahora que, sumado a nuestros ayeres, nos funde en un no-tiempo sin un hoy ni un mañana.

En conclusión, el tiempo es relativo, subjetivo y, en muchos casos, una ilusión. La duración de un minuto depende del lado de la puerta del baño en el que te encuentres. Lo único real es el instante que vivimos ahora, ese que debemos abrazar antes de que se convierta en otro ayer más.

La entrada anterior: Un encuentro inesperado

jueves, 1 de mayo de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 36.-Un encuentro inesperado

 



Desde mi balcón, le di vueltas a la frase que me dijo mi mujer antes de irse a trabajar: «La vida está llena de contrastes, mi amor. De esos que, al principio, parecen carecer de sentido, pero que al final nos regalan combinaciones insólitas». Y tenía razón.

Todo empezó un día en el que, paseando junto a la orilla de la playa de Puntalarga, me encontré con dos elementos que, a primera vista, parecían incompatibles, y que ningún filósofo habría asociado para reflexionar sobre el sentido de la vida: un bombón y el mar, dulce y salado juntos.

Era media tarde y estaba recorriendo, un día más, la ruta del colesterol de Candelaria, es decir, el Paseo Marítimo. Algunos perros, esos habitantes privilegiados de este municipio, correteaban y saltaban entre las piedras de la costa. Mientras los miraba, apoyado en la barandilla del Paseo, descolgaba esas reflexiones que suelo tender entre nubes, en la línea del horizonte donde reposa Gran Canaria. La caricia de la maresía salaba mi rostro, y el aroma del océano me envolvía por completo. Un día más, en ese instante, el tiempo se detenía para que yo pudiese coser con palabras esos retazos de reflexiones al viento.  

En esas elucubraciones andaba yo, cuando vi algo que brillaba entre restos de algas que el mar había arrastrado hasta la orilla. La curiosidad me pudo, así que bajé hasta el margen de la playa y me agaché a recogerlo, intrigado por saber qué podía ser: ¿un regalo inesperado?, ¿un mensaje de tierras lejanas? Lo cogí y, al abrirlo, descubrí un bombón de chocolate con una almendra incrustada. «Mi preferido», pensé. «Además, parece intacto».

Miré a mi alrededor para comprobar que no se le hubiera caído a alguien cercano. No había nadie, ni nadie se fijaba en mí. Estaba solo ante el bombón, los dos cara a cara. No sabía qué hacer, ¿me lo comía o no? Porque lo que estaba claro es que no lo iba a llevar a la oficina de ‘Objetos Perdidos’ de la Policía de Candelaria. ¿Qué hacía un bombón en la playa? «Menuda combinación», pensé. «Dulce y salado. Seguro que el cocinero Ferran Adrià se inventaría un postre». 

La tentación, he de reconocerlo, era muy fuerte. El aroma del chocolate con almendra era superior a mí. Me lo acerqué a la nariz, después a los labios. Cerré los ojos y dejé que el sabor del cacao de una minúscula porción del bombón inundara mi boca. Lo que sucedió a continuación fue inesperado: mientras el dulzor del bombón se derretía en mi lengua, quedé extasiado. El sabor de la sal del mar, que aún permanecía en mis labios, se mezcló con el chocolate, creando una mezcla explosiva de contrastes. Era como si lo dulce y lo salado hubieran decidido unirse en un baile lujurioso, provocando una sensación totalmente nueva para mí.

El bombón, con su dulzura, se combinaba con la sal del mar de una forma que jamás me habría imaginado. La sal realzaba el sabor del chocolate y lo transformaba en algo completamente nuevo. Cada pequeño bocado aumentaba mi excitación, me erizaba el vello de la piel. No lo puedo expresar con palabras. «Como en ciertos momentos íntimos de la vida», pensé.

Me quedé ahí, medio estirado en la orilla, viendo cómo las olas iban y venían. Me sentía como si hubiese alcanzado un orgasmo en la orilla del mar. Cuando finalmente me calmé, no pude evitar sonreír al pensar en la ironía de la vida. A veces, las cosas más inesperadas, como un bombón en la orilla del mar, pueden ofrecer un placer indescriptible. Destendí una de mis reflexiones y aprendí que esa experiencia la podía extrapolar a la vida, porque no hay combinación imposible, solo hace falta encontrar el momento adecuado para que todo encaje.


La entrada anterior:  El espantoso silencio de la gente buena

martes, 1 de abril de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 35.- El espantoso silencio de la gente buena*






Hace un tiempo, visité una de las muchas páginas de Facebook que hablan de la belleza de las islas. En uno de los artículos, ensalzando una de nuestras playas, apareció un comentario basura o ‘spam’. El típico mensaje que ofrece ofertas de empleo engañosas o falsas para conseguir tus datos personales o dinero. El perfil de la persona que lo publicó mostraba una foto de una mujer rubia, aunque el nombre sonaba ‘africano’.

Algunos lectores comentaron lo inapropiado de ese comentario-oferta que no tenía nada que ver con la foto de la playa, de forma correcta y educada. En mi caso, lo denuncié a los administradores de la página. Sin embargo, entre todos los comentarios, me sorprendió y molestó uno que se refería de manera despectiva a la autora del texto como ‘esa chusma que podría irse a su tierra’. No me gustó que, por un o una timadora, se tratase de ‘chusma’ a todo el colectivo de personas migrantes que llegan a España en busca de una vida mejor o simplemente para sobrevivir. ¡Cómo si muchos de nuestros padres y abuelos no hubieran tenido que emigrar!

En ese momento, decidí expresar, públicamente y con educación, mi desacuerdo con el comentario. Además, le destaqué el tinte racista del mismo. Ahí, parece que abrí la caja de los truenos y ese individuo empezó a meterse conmigo. Me comentó que esos foros no eran lugares para hablar de política (aunque calificar a personas de 'chusma' no fuera considerado un comentario político según su punto de vista, mientras que señalar el racismo sí lo era). Otra persona intervino acusándome de que yo no habría dicho lo mismo si el comentario hubiera sido dirigido a una figura pública como el antiguo Presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, y a su familia. Nunca entendí a qué venía la referencia a esa familia de delincuentes.

No contento con ello, el individuo en cuestión, decidió ir a mi perfil de Facebook y estudiarlo en profundidad hasta que encontró una entrada que le pareció reveladora: «Ya veo como eres —me comentó—» y destacó un artículo que yo había colgado en mi muro sobre la violencia de género. Un artículo breve firmado por la articulista, activista social, y ex policía catalana Sonia Vivas que decía así:

«Toda mujer maltratada ha oído alguna vez como su pareja la llama ‘puta’ o ‘golfa’. Lo hacen para hacerlas sentir sucias y no respetables. Ayer los toreros hicieron públicamente lo que muchos maltratadores hacen dentro de sus casas para luego sonreír en los bares.»

Lamentablemente, este tipo de personas que me acosó por Facebook se ha envalentonado mucho últimamente, especialmente desde que muchos medios de comunicación se hacen eco de los voceros fascistas del partido del diccionario. Creen que por chillar tienen más razón, piensan que pueden insultar o menospreciar a las mujeres o a colectivos por el color de su piel o su orientación sexual. Son unas pocas personas que hacen mucho ruido, pero a las que hay que hacer callar y plantar cara con educación. Eso las desconcierta, ya que los fascistas suelen carecer de educación y respeto. Son la caspa que hay que sacudirse de encima de los hombros.

Lo realmente preocupante de ese incidente en Facebook fue el silencio generalizado y, tal vez, cómplice de los que lo leyeron. Un silencio que me recordó la frase del escritor, filósofo y político irlandés Edmund Burke: Para que triunfe el mal, solo hace falta que la buena gente no reaccione.




*El título de este artículo proviene de la frase de Martin Luther King: “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”.⁠



viernes, 7 de marzo de 2025

Indiferencia*

 


Cuando asesinaron a los palestinos,

guardé silencio,

porque no era palestino.


Cuando encarcelaron a los transexuales,

callé,

porque no era transexual.


Cuando persiguieron a los refugiados,
no dije nada,
porque no era refugiado.


Cuando vinieron a por los activistas,

no reclamé,

porque la Ley Mordaza no era para mí.


Cuando expulsaron a los migrantes,

no me quejé,

porque no era uno de ellos.


Cuando silenciaron a los periodistas,
no alcé mi voz,
porque no era periodista.


Cuando borraron a las mujeres,

no me di cuenta,

porque yo estaba entre hombres.


Cuando finalmente vinieron a por mí,

no había nadie más que pudiera protestar



*Siguiendo la estructura de ´Primero vinieron…´, poema escrito por el pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892-1984) para denunciar la cobardía de los intelectuales alemanes tras el ascenso de los nazis al poder.

sábado, 1 de marzo de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 34.- Sobre la gordura





El artículo de este mes podría ser la continuación de un par de artículos que publiqué hace unos meses. Allí, hablé de los culos, a continuación de los ombligos, hasta llegar al artículo de hoy, sobre la gordura.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad y el sobrepeso configuran una epidemia y suelen ser el resultado de un desequilibrio entre las calorías ingeridas y las calorías gastadas, caracterizándose por la acumulación anormal o excesiva de grasa en el cuerpo humano. Por ese motivo, cada 4 de marzo se celebra en todo el mundo el «Día Mundial contra la Obesidad». En algunas partes también se celebra el 11 de octubre, para prevenir y revertir estas dolencias que afectan a la mitad de la población en todo el mundo.

Según el filósofo, crítico literario, traductor y ensayista alemán de origen judío Walter Benjamin, en su obra Calle de dirección única, “en verano llaman la atención los gordos, en invierno los delgados …”. Esta es una afirmación muy peninsular, porque si fuera verídica, ¿quién llamaría la atención en el sur de Tenerife?, ¿solo los gordos? ¿Los delgados solo serían tenidos en cuenta en La Orotava y otras poblaciones del norte de la isla, mientras que serían ignorados en Los Cristianos, por ejemplo? Vaya usted a saber, si el filósofo estaba viendo aquella serie de televisión de principios del siglo XX llamada El Gordo y el Flaco.

Por otro lado, en el año 2015, surgió un grupo inglés que se autodenominaba Overweight Haters (Odiadores de gordos) que repartía tarjetas en el metro londinense a las personas obesas en las que se podían leer frases como: «Nuestra organización odia y detesta a la gente gorda. Nos oponemos a la cantidad de recursos alimenticios que consumís mientras la mitad del mundo muere de hambre. (...) No es una cuestión glandular, es glotonería. Eres un ser humano gordo y feo». Para contrarrestar esa campaña, surgió la plataforma Stop Gordofobia, un colectivo «crítico con los cánones de belleza establecidos», que durante nueve años recibió cientos de testimonios de personas gordas de todo el mundo relatando el rechazo que habían sufrido.

Recibir una carta anónima insultante en el metro es un ejemplo quizá extremo, pero real. Tan real que Navabi, una empresa de moda de tallas grandes, decidió comprar el dominio overweighthaters.com para evitar que este grupo clandestino lo hiciera suyo y así ayudar a acabar con la estigmatización de las personas obesas.

Sobre lo políticamente correcto

Entonces, ¿es políticamente correcto hablar de grueso, rollizo, obeso, hinchado, rechoncho, regordete, orondo, abultado, corpulento, fuerte, grande, robusto, voluminoso, o gordo? Realmente, hoy en día es difícil referirse a una persona obesa, si estamos bajo el yugo de lo políticamente correcto. En este sentido, el lingüista Ángel López García-Molins, refiriéndose a lo que él denomina “la desgracia social de estar gordo” afirma que, en aplicación del lenguaje políticamente correcto, “una mujer no está gorda, sino horizontalmente desarrollada y un hombre con barriga es un ciudadano de patrón circunférico”.*

Sin embargo, todos sabemos, o deberíamos saber, que las modas cambian con el tiempo, y cada época tiene la suya, a cual más estúpida, por supuesto. Todo en aras de consumir más, ya sea a base de seguir dietas-milagro, comprar cremas reductoras, pagar operaciones en centros de liposucción, etc., pero, siempre hay un denominador común, lo que menos interesa es la salud y el bienestar de las personas, solo la imagen social.

Bailarina en la barra, Fernando Botero, 2001

Como curiosidad final, y gracias a un artículo que leí en el muro de Facebook del poeta canario Álvaro Rodríguez Pérez, quiero destacar la belleza de las esculturas del artista colombiano, Fernando Botero. Un escultor con una filosofía muy particular sobre la obesidad: "Me interesa el volumen, la sensualidad de la forma. Si pinto una mujer, un hombre, un perro o un caballo, lo hago con volumen. No es que yo tenga una obsesión con las mujeres gordas", explicó. "Nadie me cree, pero es cierto (...). No he pintado una gorda en mi vida".

LA OTRA MITAD

(Hermann Hesse)

La mitad de la belleza depende del paisaje;

y la otra mitad de la persona que la mira.

Los más brillantes amaneceres;

los más románticos atardeceres;

 los paraísos más increíbles;

se pueden encontrar siempre en

el rostro de las personas queridas…

*López García-Molins, A. “Políticamente (in)correcto”. El País.es. 24 de julio de 2000


*Artículo publicado en la Revista Canarias Literaria,

La entrada anterior: Canarias, ¿el fin del elefante encadenado?



sábado, 1 de febrero de 2025

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 33.- Canarias, ¿el fin del elefante encadenado?




A un médico y escritor argentino, cuyo nombre coincide con las siglas J.B., se le supone la autoría de la versión de una fábula de autor desconocido titulada ‘El elefante encadenado’: 

Había una vez un niño muy curioso, sensible e inquieto que fue al circo y se quedó maravillado al ver la actuación de un gigantesco elefante. En el transcurso de la función, el majestuoso animal hizo gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Durante el intermedio del espectáculo, el chaval se quedó todavía más sorprendido al ver que la enorme bestia permanecía atada a una pequeña estaca clavada en el suelo con una minúscula cadena que aprisionaba una de sus patas.

“¿Cómo puede ser que semejante elefante, capaz de arrancar un árbol de cuajo, sea preso de un insignificante pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros del suelo?”, se preguntó el niño para sus adentros. “Pudiendo liberarse con facilidad de esa cadena, ¿por qué no huye de ahí?”, siguió pensando el chaval en su fuero interno.

Finalmente, compartió sus pensamientos con su padre, a quien le preguntó: “¿Papá, por qué el elefante no se escapa?” Y el padre, sin darle demasiada importancia, le respondió: “Pues porque está amaestrado.” Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. “Y entonces, ¿por qué lo encadenan?”, insistió. El padre se encogió de hombros y, sin saber qué contestarle, le dijo: “Ni idea”. Seguidamente, le pidió a su hijo que le esperara sentado, que iba un momento al baño.

Nada más irse el padre, un anciano muy sabio que estaba junto a ellos, y que había escuchado toda su conversación, respondió al chaval su pregunta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a esa misma estaca desde que era muy, muy, muy pequeño.” Seguidamente, el niño cerró los ojos y se imaginó al indefenso elefantito recién nacido sujeto a la estaca.

Mientras, el abuelo continuó con su explicación: “Estoy seguro de que el pequeño elefante intentó con todas sus fuerzas liberar su pierna de aquella cadena. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguió porque aquella estaca era demasiado dura y resistente para él.” Las palabras del anciano provocaron que el niño se imaginara al elefante durmiéndose cada noche de agotamiento y extenuación.

“Después de que el elefante intentará un día tras otro liberarse de aquella cadena sin conseguirlo”, continuó el anciano”, llegó un momento terrible en su historia: el día que se resignó a su destino.” Finalmente, el sabio miró al niño a los ojos y concluyó: “Ese enorme y poderoso elefante que tienes delante de ti no escapa porque cree que no puede. Todavía tiene grabado en su memoria la impotencia que sintió después de nacer. Y lo peor de todo es que no ha vuelto a cuestionar ese recuerdo. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza. Está tan resignado y se siente tan impotente que ya ni se lo plantea.”


El pasado 20 de abril de 2024, cerca de 200.000 personas se manifestaron en todo el archipiélago en contra de la pobreza, la escasez de agua, la destrucción de los paisajes naturales y la falta de vivienda, coreando lemas como ''Aquí vive gente'', “Canarias se agota” o “Canarias no se vende, se ama y se defiende”. Nunca, desde la organización, se alentó a corear contra el turismo, todo lo contrario. Canarias no busca rechazar el turismo, sino más bien ordenarlo para que una parte de esos beneficios reviertan en esa población canaria sigue en riesgo de exclusión y pobreza. Uno de cada cinco canarios se encuentra en esta situación, y muchos ya están en pobreza severa.

La protesta fue intergeneracional, por más que se diga que solo estaba integrada por jóvenes, para restarle importancia. En Tenerife, por ejemplo, la manifestación superó todas las expectativas. Fue la primera isla en organizar la protesta, harta de ser víctima de la degradación de sus recursos naturales y espacios protegidos con nuevos macroproyectos turísticos y grandes puertos que amenazan la biodiversidad tinerfeña. 

Como era de esperar, la Subdelegación del Gobierno en Canarias cifró el número de asistentes a la baja, 32.000, mientras que la organización hizo lo contrario, más de 80.000. Lo cierto es que cuando la cabecera había llegado a las puertas del Cabildo de Tenerife, muchas personas seguían aún en el punto de inicio. Según algunos manifestantes allí presentes, la jornada se podía comparar a los días del Carnaval de Día, en los que la cifra oficial suele superar con creces las 100.000 personas. Un detalle que no quiero dejar de comentar, por la importancia identitaria que comporta, es que durante todo el recorrido sonaron numerosos bucios, símbolo de la cultura canaria y de la resistencia guanche. 

Los subterfugios gubernamentales para evitar la asistencia masiva que se preveía llevaron, ya sea por inacción o ineptitud de los dirigentes de Titsa, la compañía de guaguas, ​​entidad perteneciente al Cabildo Insular de Tenerife, a no aumentar la plantilla en el transporte público. Las guaguas iban tan llenas que no pudieron parar en muchas estaciones. Algo que cualquiera con dos dedos de frente podría haber previsto, pero no los gestores de Titsa (a pesar de que cobran por ello). 

La dimensión humana de lo que se vivió ese 20A también se vivió fuera del archipiélago. Algo que la poeta nicaragüense, Gioconda Belli, expresó hace años con una frase: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”. Las protestas también se celebraron en Madrid, Barcelona, Granada, Londres y París. 

El punto de cinismo lo puso Coalición Canaria, que preside junto al PP el Gobierno canario, no dándose por aludida y afirmando que la movilización ''ratifica el trabajo iniciado por el actual Gobierno'', aunque la había llegado a calificar de turismofobia pocos días después de su convocatoria. Un gobierno que, siguiendo la estela de los anteriores, no ha trabajado para buscar una equidad entre el gasto turístico y el reparto de la riqueza para generar empleos y recursos para la sociedad en general.

Independientemente de los resultados concretos a los que pueda llevar esta protesta masiva canaria, una cosa sí es cierta, parece que, por fin, y contrariamente a lo que ya avisé en un artículo de hace unos meses: El canario no busca conflicto (así le va), la población canaria ha comenzado el camino para dejar de ser pasiva. 

El elefante encadenado canario se ha atrevido a cuestionar y confrontar esos miedos y enseñanzas coloniales de una época franquista que llevan años limitándole. Ahora, sin sus cadenas, ese elefante adulto y libre, que no necesita ser dirigido, es al que muchos políticos temen. 



Artículo publicado en la revista Canarias Literaria


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