Hoy comienzo a escribir este artículo a las 13 horas de un lunes cualquiera en Candelaria, Tenerife, una isla rodeada por un océano rebelde. Sin embargo, en otra isla, Menorca, abrazada por un mar pacífico, lo estaría escribiendo a las 14:00 horas del mismo día 24. ¡Una hora después de haberlo comenzado en Tenerife! ¿Cómo es posible empezar a escribir algo que ya habría escrito una hora antes?
De todas formas, si estuviera en Tonga, una isla perdida de Oceanía, en la Polinesia, estaría comenzándolo a escribir a las 02:00 h de la madrugada del día 25. Es decir, podría estar escribiéndolo hoy y mañana al mismo tiempo, e incluso corregirlo antes de haberlo escrito. Esto me lleva a una conclusión: el tiempo es simplemente un invento humano. Un concepto creado con buenas intenciones pero que, con los siglos, ha terminado por esclavizarnos. Algo así como el teléfono móvil o ser un emprendedor de éxito.
Algunos tenemos la suerte de haber alcanzado ese momento de la vida en el que vivimos en un no-tiempo permanente, un estado que algunos abandonan o rechazan, pero que otros abrazamos con entusiasmo. Un tiempo sin reloj. Un espacio de no-tiempo que nos permite observar cómo crece una planta, sentir cómo morimos un poquito más cada día, y darnos cuenta ahora de nuestra no-existencia para, paradójicamente, amarnos más, cuidarnos, mimarnos, sentirnos y disfrutar de cada instante. Este no-tiempo es tan necesario como viajar, porque viajar, contrario a lo que algunas personas creen, no es huir. Es una forma de desaparecer estando presente, es un no-ser siendo, una forma de liberación.
Por otro lado, el tiempo contrario al no-tiempo, el convencional, es una trampa geométrica. Una telaraña invisible que nos atrapa entre sus hilos, haciéndonos creer que debemos sacrificar el presente por el futuro, a pesar de que la vida solo existe en el presente. Un ahora que, sumado a nuestros ayeres, nos funde en un no-tiempo sin un hoy ni un mañana.
En conclusión, el tiempo es relativo, subjetivo y, en muchos casos, una ilusión. La duración de un minuto depende del lado de la puerta del baño en el que te encuentres. Lo único real es el instante que vivimos ahora, ese que debemos abrazar antes de que se convierta en otro ayer más.
Sí, el tiempo, ese constructo humano, nos contribuye y nos destruye. Recomiendo la lectura de una pequeña joya 'Orbital ' de Samantha Harvey.
ResponderEliminarHo tindre en compete
EliminarGracias, recomendación apuntada.
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