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jueves, 6 de octubre de 2022

Un cuento chino



Relato publicado el 15 de marzo de 2022 en la revista mexicana Aion: https://aion.mx/literatura/un-cuento-chino



Pincel y agua

bailan al son del viento.

Gritan libertad.




He mantenido mi palabra. Después de haberle fallado, se lo debía por nuestra amistad. Xiao Sān Bï Chù me pidió en una nota encontrada en mi buzón, mantener silencio respecto a nuestra amistad hasta dos años después de su partida. Quería pasar desapercibido. Eso he hecho. 

Xiao, de 47 años, y yo nos conocimos gracias a nuestra común afición a la caligrafía y cultura tradicional china. Él trabajaba detrás del mostrador de un bar en la calle Muntaner, en el barrio de la Esquerra de l’Eixample de la ciudad de Barcelona. Era un bar relativamente alejado de mi domicilio, pero como era uno de los pocos bares con un buen café, iba allí con cierta asiduidad. 

Era una persona tímida en su forma de hablar. Fuera por su nombre o por sus movimientos, me recordaba a un sabio chino, aunque Xiao era simplemente un chino más que emigró de su país acompañado de su madre en busca de una vida mejor. Vendió unas propiedades en China y eso le permitió pagar el traspaso de un pequeño bar en Barcelona. 

Al principio, casi ni me fijé en él. Me sorprendió que la mayoría de los clientes se dirigían a él con el apodo de Bicho, y yo era el único que intentaba llamarlo correctamente por su nombre, tarea harto difícil por la dificultad de la pronunciación del chino. Xiao era delgado y de huesos extremadamente pequeños, con el pelo corto. Vestía al estilo Mao con camisas de cuello mandarín. Era un individuo con dos personalidades complementarias entre sí: chistoso, amable y sonriente con los clientes del bar que se reían ante su incapacidad de pronunciar bien las erres, y un artista muy completo e intelectualmente interesante en la trastienda; conocedor en profundidad de la poesía y las tradiciones del pasado clásico chino. Esta segunda faceta solo me la mostraba a mí desde el día que supo de mi afición por la caligrafía china y por el hecho de haber traducido varios libros de un escritor con influencia budista zen. A partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más. Me había convertido en alguien interesante y distinguido ante los ojos de Xiao, incluso empezamos a hacernos bromas, la mejor muestra de una buena amistad, y me habló, o mejor dicho, mencionó de pasada la existencia de una mafia china de la que nadie se podía aislar.

Él también se consideraba un artista y vio en mí a un aliado en medio de aquel páramo cultural representado por los parroquianos de su bar. A mí también me gustaba su compañía y muchas veces iba y me olvidaba de hacer una consumición, simplemente hablábamos. Para mí representaba un lujo poder hablar con un sabio poeta y calígrafo, no con un erudito pedante occidental.

Shifu, ¿gustar ver caligrafías? —me preguntó con gran entusiasmo e ilusión.

—¿Shifu?, ¿qué significa eso?

Shifu ser ‘maestro’.

—¡Ah! ¡Me siento honrado! Por supuesto que me encantará ver tus caligrafías, será un honor —contesté—, pero no te dirijas a mí como Shifu, por favor.

—No ser posible, Shifu. Tú Shifu como árbol, viento, tierra, silencio.

Decidí no llevarle la contraria. El bar cerraba los lunes. Quedamos para el lunes siguiente. No puedo negar mi ansiedad porque pasara rápido esa semana. Cuando llegué ya me estaba esperando con nerviosismo. Me abrió la puerta junto a la persiana del bar con una amplia sonrisa y me acompañó a la trastienda. 

—Buenos días, Shifu. Pasar, pasar —dijo, indicando la dirección.

Entré, atravesé una sala separada por un biombo de bambú que dejaba entrever una sombra sentada. En aquel entorno, me sentí transportado a la China profunda. Su estudio era un espacio inimaginable desde el exterior donde fluían energías internas invisibles transformadas en trazos. Colgados sobre maderitas horizontales del techo estaban sus pinceles, hechos a mano por él mismo. Las paredes estaban forradas de corcho donde había multitud de caligrafías clavadas con chinchetas a la espera de ser encoladas. El color reinante, más allá del negro de la tinta, era el rojo. No me sorprendió del todo porque yo ya sabía que el rojo en su cultura representa la buena suerte, la felicidad, el entusiasmo, la pasión y la justicia. Es más, se cree que el rojo es capaz de ahuyentar los males y atraer prosperidad. Durante un rato nos quedamos sentados sin decirnos nada. La estela del humo de nuestras tazas de té era lo único que se movía entre nosotros.

—Mirar, mirar aquí, Shifu —me decía con cara de admiración y esperando a ver mi reacción.

Me enseñó multitud de carpetas con caligrafías y dibujos diversos hechos a lo largo de los años. 

—Ser obra vida —dijo como si ya estuviera al final de la misma.

—No hables así, Xiao, vas a hacer muchos litros de tinta todavía —le dije—. Esto es impresionante, y pensar que tú me llamas Shifu a mí cuando tú sí lo eres de verdad.

Shifu, tú —dijo—. Todas mañanas, antes abrir bar, hacer yoga chino, no indio. Después, sentar frente tintero, dar vueltas barra tinta. Silencio. Meditar.

—Supongo que lo haces para ir pensando qué vas a hacer con el pincel y pillarle el ritmo al nuevo día. ¿Consigues realmente la sensación de vacío, de silencio interior para poder pintar y aguantar a los clientes del bar?

—Sí, Shifu entender bien —dijo con una sonrisa entre vergonzosa y repetitiva.

Tan pronto como ese líquido negro y viscoso había adquirido la negrura necesaria pintaba durante una hora todo aquello que le venía a la mente. Tenía un montón de carpetas con sus pinturas sobre papel de arroz apiladas en posición horizontal. Estaban clasificadas por años. Yo no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue de desconcierto ante lo mostrado. Me había quedado mudo, no se me ocurría qué podía decirle a Xiao; así que continué pasando hoja tras hoja boquiabierto. Él, sereno, me miraba con su permanente sonrisa angelical.

Shifu, demasiado deprisa —me interrumpió—. Así no entender, ir más despacio. Personas juzgar por ojos, no por inteligencia. Todos poder ver, pocos comprender lo que ver. Ver es pensar.

Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca se consigue ver nada. Cogí otra carpeta y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, observé las variaciones en los trazos a medida que avanzaban los años: un poco temblorosos al principio, posteriormente eran más serenos y firmes, más duros y violentos al final.

Abrí una carpeta más reciente. Era de hacía un año. Esas caligrafías las contemplé desde una óptica más activa, me sumergí en la pintura hasta lograr captar su ritmo interno, un ritmo capaz de mostrar el alma del calígrafo, de Xiao, su vibración interior. Me preocuparon.

—Estas caligrafías son diferentes, Xiao —le comenté—. Las veo más pesimistas, tienen un trazo rabioso, falta serenidad. ¿Te pasaba algo cuando las hiciste?

—No, Shifu —me contestó sin poder ocultar una nube de preocupación que le enturbiaba los ojos—. Tranquilo, todo pasar como agua río —dijo, como si hubiera estado leyendo mis pensamientos. 

No sabía a qué se refería. Pero aún recuerdo la frase utilizada cuando nos despedimos ese día, «pintar ser manera de respirar, vivir así imposible». Desde ese día Xiao y yo comentamos su obra muchas veces.

*

Era martes y el bar seguía cerrado. Me extrañó, pero como tenía prisa no llamé a la puerta, «se debe de haber quedado dormido, pensé con extrañeza». Al día siguiente, miércoles, la persiana seguía bajada. Me preocupé. Me acerqué a la puerta y llamé. Nadie contestó. Deduje que no había nadie, pero lo intenté otra vez para asegurarme. Esperé un poco más y, en el preciso momento en el que estaba a punto de marchar, oí el sonido de unos pies arrastrándose con lentitud y dificultad hacia la puerta. 

—¿Ni hao? —dijo una anciana.

—¡Hola, soy amigo!

—¿Xiao? —preguntó esa voz temblorosa, y luego abrió la puerta. 

Era su madre, una mujer arrugada, delgada y pequeñita. Tenía dificultades para moverse. Llevaba unas gafas con muchas dioptrías, por el grosor del vidrio. A pesar de llevarlas puestas, noté que no veía bien. 

—Xiao —exclamó con lágrimas en los ojos.

Abrió los brazos para abrazarme, y antes de darme cuenta, empecé a abrazarla yo también. 

—¡Hola! ¡Ni hao! —dije.

No sé por qué lo hice. No tengo ni idea. No querría decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente lo hice, aquella anciana me abrazó delante de la puerta y yo la abracé a ella. No la saqué de su error, me daba pena, yo no quería engañarla. Parecía un juego aceptado por los dos. Noté que aquella mujer sabía que yo no era su hijo Xiao. A pesar de su decrépita apariencia, era capaz de distinguir la diferencia entre un extraño y su propio hijo. Pero era feliz fingiendo, y decidí seguirle la corriente.

Entramos en la casa. Me hablaba y no la entendía. La seguí hasta detrás del biombo donde había una tetera humeante junto a una orquídea a la que se le habían caído todos los pétalos de sus flores rojas. Estaba seca. Me sirvió una taza de agua caliente como si fuera una infusión. Yo esperaba la aparición de Xiao para aclarar el malentendido porque a cada una de sus preguntas, yo no sabía qué contestar. No la entendía y parecía que a ella no le importaba. Cuando terminamos de beber el agua caliente, tuve necesidad de ir al baño. Me disculpé y me dirigí al que había en el pasillo. A partir de ese momento, mi vida se transformó en un torbellino de fuertes sensaciones sin control de las que aún hoy no me he podido recuperar. Ya era bastante extraño hacerse pasar por su hijo, pero lo que ocurrió luego fue una verdadera locura. 

Entré en el cuarto de baño, miré alrededor y vi un montón de estanterías con libros de caligrafía y filosofía china, libros de Confucio, François Cheng, Gary Snyder y unas fotocopias en el suelo con una entrevista a una calígrafa que yo también conocía, Tere Vila Matas. Junto al lavamanos había un librito en el suelo, lo recogí, El cuento de Navidad, de Paul Auster. No sé el motivo, pero me lo metí en el bolsillo; a diferencia de los otros, era un librito de segunda mano, se notaba. Detrás de la cortina de la ducha, vi una sombra. Descorrí la cortina hacia un lado y un cuerpo inerte colgaba del gancho del techo: era Xiao. Sin pararme a pensar, corrí la cortina para tapar esa imagen y me dirigí al cuarto de estar. La anciana se había quedado dormida, creo, en su butaca. La miré y me fui del apartamento. Su taza estaba en el suelo, rota.

*

Pasé dos días sin salir de casa, sumido en un pozo negro hasta que sonó el timbre de la puerta.

—¿Quién es? —grité.

—Buenos días, le vengo a ofrecer una oferta de una operadora de móvil china que no podrá rechazar —oí a través de la puerta.

—¿China? —pregunté—. No me interesa, gracias —contesté sin poder reprimir un grito—. ¡Xiao!

Esa llamada a la puerta me transportó brutalmente a la realidad. A medida que recordaba, me fundía en un universo surrealista sin pies ni cabeza. Me metí en la ducha. Ese chorro de agua me devolvió al presente, estaba horrorizado, los recuerdos ya se estaban alineando, empezaban a tener sentido. Salí, me sequé y me sentí mareado. Me puse los pantalones y noté algo en el bolsillo: el libro de Xiao. Me estremecí de cobardía. Tenía hambre. Entré en la cocina y abrí una lata de atún, me la comí directamente con un trozo de pan duro. Me puse un vaso de leche y la escupí en cuanto la probé, tenía un olor desagradable. Se había cortado y estaba amarga. La cocina daba pena. Bajé las escaleras de dos en dos, salí a la calle y corrí hasta el bar. Estaba cerrado. Golpeé la puerta de su domicilio. Me sentía tan mal por haber marchado de aquella manera; me acobardé. Me abrieron la puerta sin dejarme entrar. La anciana ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el domicilio había un comercial de una inmobiliaria de un banco y no sabía decirme dónde estaba. 

—Probablemente haya muerto —dijo con frialdad. 

—¡Muerto!, ¿por qué?, ¿qué ha pasado? —pregunté.

—Yo no sé nada —contestó y me dio con la puerta en las narices.

Salí, vi restos de caligrafías mezcladas con escombros en un contenedor de la calle. Necesitaba respuestas. Deambulé sin saber qué hacer. Tenía el librito que cogí de su baño en mi regazo; recordé y reinterpreté las palabras de Xiao sobre la amistad, «comporta entender miradas, interpretar silencios, perdonar errores, guardar secretos, prevenir caídas y secar lágrimas». También me habló sobre la muerte, «el poeta es aquella persona a la que no puede sorprender la muerte, puesto que ha asumido un lugar imaginario dentro de ella mediante sus poemas». Ese libro y sus reflexiones fue la herencia de Xiao, junto a la vergüenza de una huida sin sentido.

*

Entré en la biblioteca del barrio y me dirigí a la sección de periódicos. Miré la prensa. Allí estaba la noticia de las muertes de Xiao y de su madre sentada en el sofá junto a una taza de té. Los prejuicios, el racismo, la burocracia y unas deudas con los bancos y con la mafia china que se multiplicaban le llevaron al suicidio. Xiao se quitó la vida como forma de expresión en sí misma, "una protesta en silencio". Le mataron entre usureros codiciosos, permisos, pólizas, un supuesto exceso de celo municipal en el cumplimiento de las normativas vigentes y miradas hacia otro lado. 47 años de vida amarilla desaparecieron a manos de una burócrata muerte blanca.

Xiao Sān Bï Chù había hecho una inversión millonaria y no podía devolver el préstamo al banco a pesar del dinero prestado por la mafia china. Con el permiso provisional empezó a trabajar, pero fue cerrado en dos ocasiones: la primera a principios de año y la segunda después del verano, cuando ya tenía la licencia municipal en regla. Xiao fue multiplicando sus deudas y el bar seguía cerrado por temporadas. Los vecinos se quejaban del olor a comida, a pesar de que había reforzado la chimenea de salida de humo y había hecho otras reformas para disiparlo más rápido. Incluso le denunciaron por haber hecho esas obras de mejora sin consultar a la comunidad de vecinos.

Ante el suicidio de Xiao, el ayuntamiento explicó en un breve e insultante comunicado que había seguido en todo momento los procedimientos legales y que «lamentaba profundamente los hechos ocurridos».

*

Antes de salir hacia el estudio, me di cuenta de que había pasado el cartero por el edificio porque sobresalían los sobres de los buzones de algunos vecinos. Abrí el mío y encontré una carta. «¡Qué extraño!, ¿quién escribe cartas hoy en día?», pensé. Era de Xiao. No me atreví a abrirla en ese momento. Salí del edificio, tomé el metro y me fui pensativo. Llegué y me senté a hacer tinta. Girando la barra de tinta sobre la base del tintero, de repente, vi reflejada la cara de Xiao en la tinta que reposaba en el fondo, en ese líquido negro en el que se había convertido la barra mezclada con agua. 

—Pintar y crear ser auto-transformación para alcanzar serenidad vida —me decía Xiao en un susurro que solo yo podía oír.

A la orquídea que estaba pintando le cayó, entre trazo y trazo, un delicado pétalo de sus flores rojas. «Otra frágil e inocente muerte», pensé.


viernes, 30 de septiembre de 2022

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 1.- Canarias: el aguacate y las casualidades.






Septiembre 2022. Nro.1

En mayo del 2022, la prensa se hizo eco de que el aguacate se ha convertido en el producto agrícola con mayor crecimiento de la isla, duplicando en 10 años su superficie cultivada, marcando un aumento de la producción, que ha pasado de 1,7 millones de kilos en 2012 a más de 4,29 en 2020.

Parece ser que los primeros ejemplares, allá por el siglo XVI, crecieron en el Jardín Botánico de Orotava, en Tenerife con aguacates procedentes de Venezuela, y de ahí fueron a Europa. En la actualidad, su cultivo se está expandiendo fuera de los límites de los Valles de Güímar y de La Orotava, existiendo plantaciones regulares en la casi totalidad de los municipios costeros de la isla. Las variedades de aguacate mayoritarias que se siembran son Hass, y en menor medida, Fuerte, según el Cabildo tinerfeño.

Si echamos un vistazo al pasado, empezaremos por el nacimiento, a mediados del siglo XVII, del corsario, explorador y naturalista inglés William Dampier (1652-1715), conocido como "El Gran Filibustero", "El Rey del Mar" o “El Pirata Científico”. Este último apodo se lo ganó porque, entre abordaje y abordaje de los navíos españoles, aprovechaba para estudiar ciencias naturales y geografía del continente americano. La última semana de abril de 1685, llegó a una isla de la bahía de Panamá donde tomó nota de las especies de árboles locales. Ahí describió lo que más tarde etiquetó como "Avogato Pear-tree", una fruta de la familia del laurel. Curiosamente, entre sus anotaciones figura una preparación nativa hecha de moler juntos aguacates, azúcar y jugo de lima: el precursor del guacamole.

Todo un personaje cuyas observaciones y anotaciones, recopiladas por él mismo en varios libros, entre los que se encuentra Un nuevo viaje alrededor del mundo y Un viaje a Nueva Holanda, ayudaron a Charles Darwin y a Alexander von Humboldt a desarrollar sus teorías. Su vida fue fuente de inspiración en los escritos de autores de talla universal como Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver, cuyo protagonista cita varias veces a su primo Dampier), Gabriel García Márquez (en el relato El último viaje del buque fantasma y el libro El otoño del Patriarca), Samuel Taylor Coleridge (en su poema "La balada del viejo marinero”), el corsario John Cook (capitán del Bachelor’s Delight), y un largo etcétera.

Tal como hemos mencionado con anterioridad, una de las variedades cultivadas en Canarias es el aguacate Fuerte. Al margen de su gran calidad, destaca su elevada resistencia al frío. Lo que se descubrió, por casualidad, tras una severa helada en California durante el año 1913, quedando para la posteridad como el “Congelamiento del 13”. En aquel momento, se murieron la práctica totalidad de los árboles de aguacate injertados, excepto esta variedad, de ahí que recibió el nombre en español de “Fuerte”. Esta especie fue la más popular en América hasta la década de 1940. A partir de entonces, la variedad mayoritaria pasó a ser la Hass.

El aguacate Hass lleva el nombre de Rudolph Hass, un cartero, originario de Milwaukee, que vivía en La Habra, California. A finales de la década de 1920, Hass se enteró de que podía ganar dinero cultivando aguacates, así que decidió pedir un préstamo a su hermana Ida. Con el dinero, compró un pequeño huerto de la principal variedad comercial de aguacate, el Fuerte, con algunas otras variedades. De una de esas semillas creció un árbol que rechazó las ramas de la variedad Fuerte que Hass quería injertar en él. Lo intentó de nuevo con otro. También fracasó. Rudolph abandonó el experimento y los dejó que crecieran a su antojo.

Se dice que Hass estaba a punto de cortar esos árboles, no obstante, decidió no hacerlo cuando sus hijos le dijeron que los frutos que daban eran sus favoritos. A medida que el árbol crecía y producía más fruta de la que la familia podía consumir, Hass llevó algunos ejemplares a sus compañeros de trabajo a la oficina de correos de Pasadena. Les gustaron y le preguntaron si podían comprarle más. Sus aguacates fueron un éxito, y en 1935 Hass patentó el árbol, la primera patente otorgada a una planta arbórea en los Estados Unidos de Norteamérica, (la número 139). Para su mala fortuna, la mayoría de los productores, en lugar de comprar su árbol, evadieron su patente y aun siendo una práctica ilegal, injertaron directamente sus esquejes ellos mismos. Rudolph Hass continuó trabajando como cartero hasta que murió de un ataque al corazón meses después de cumplir sesenta años.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Identidades

 



Poema publicado el 1 de agosto de 2020 en la revista mexicana Aion

https://aion.mx/literatura/poesia/poema-migracion-y-xenofobia


Nuestras sombras,

agazapadas 

en el límite de la frontera,

perciben lo que pasa desapercibido.


Se comunican con voz soterrada,

germen de un fruto madurado en silencio.

De cuando las palabras

fueron las semillas de este recuerdo.


Sienten el temor al extranjero,

nuestro anterior yo

antes de ser de aquí,

nuestro futuro yo.


Antes de nuestro yo actual

fuimos emigrantes, exiliados,

serpientes que cambiamos de piel

para sobrevivir.


Nosotros, supervivientes de aquella frontera,

seguimos siendo ellos,

temerosos de que descubran

nuestra verdadera identidad.



miércoles, 10 de agosto de 2022

Coses de dones (un relat)


Relat publicat al Diari de Menorca el 10 d'agost del 2022


Coses de dones 

 

(inspirat en un conte de G. García Márquez)

 

Les gavines descansaven sobre alguna cosa que surava al fons, cap als illots d’Addaia: Na Carabó i Ses Àligues, entre unes boies. Això va estranyar als habitants i banyistes de Na Macaret i es van sorprendre en veure com una cosa insòlita sobresortia entre les ones.

 

—És una balena morta que sura! —va cridar un noi.

—No, és un tauró, una tintorera! —va dir una nena.

—No teniu ni idea!, és un tronc surant a la deriva —va resoldre el major de tots.

 

Els nens van deixar de jugar amb la pilota i van començar a idear que la cosa desconeguda fos un vaixell pirata que s'anava acostant. Els comentaris van cessar quan va quedar encallat en la sorra de la petita platja, entre pedres i algues. Es van acostar des del moll, a prudent distància, temerosament, a poc a poc. El més valent va ser, no, la més valenta va ser la noia pèl-roja. Ella va ser la primera que es va aproximar, va baixar fins a la sorra i li va apartar la massa de posidònia que li cobria la cara, i només llavors va descobrir que era una persona ofegada. Els petits van anar corrent a les cases de l’interior per a donar la veu d'alarma. A partir d'aquest moment, els homes de les cases al voltant del petit moll es van atrevir a acostar-se i treure el cadàver de l'aigua, el van carregar fins al costat del banc de fusta, allà on hi havia Can Nando. Van advertir que pesava molt més del normal. Entre ells, comentaren que tal vegada estava inflat per l'aigua, ja que semblava haver estat massa temps surant a la deriva. Van apartar els caiacs i les bicicletes aparcades pel voltant per a deixar el cos a terra, va ser aquí quan es van adonar que era gran i negre.

 

—Sabeu que els negres creixen després de la mort? —va comentar el coix del poble.

 

Ningú va contestar. No coneixien l’ofegat, no era de Na Macaret ni dels voltants.

 

—No pot ser d’aquesta zona, no hi ha negres per aquí —va comentar el propietari del restaurant, fregant-se les mans mentre pensava en el negoci que faria amb els curiosos que vindrien d’altres zones de l’illa—. Cridaré a la gent d’es Diari de Menorca perquè vinguin els primers.

 

El cos tenia una negror especial i quelcom desconcertant; al mateix temps, hi havia alguna cosa de recognoscible en aquesta cara. Sí, els seus trets recordaven a algú, però era impossible saber-ho. No hi havia negres en aquestes latituds. Com no sabien què fer amb el cos, el van portar fins a unes pistes de tenis abandonades. Aquella nit els homes van decidir esbrinar si faltava algú a les urbanitzacions properes; les dones, encapçalades per la pèl-roja, es van quedar vetllant l'ofegat a les pistes de tenis. Li van llevar la posidònia que li cobria el cos, li van raspallar el cabell, li van treure les restes de roba que encara li quedaven, i van descobrir que portava la mort amb dignitat, encara que amb taques clares i fosques per tota la pell. Tenia un rostre ben maco que traspuava tranquil·litat, com si s'hagués abraçat a l'assossec de la mort més humida i dolça. Uns braços enormes, tant, que podria abraçar-les a totes elles alhora. Tot el cos del difunt era viril, gran i exsudava una aurèola de luxúria. Només faltava treure-li el drap que feia de tapall o tapaculs. Es van mirar amb picardia i la pèl-roja es va aprestar a reclamar el seu dret per haver demostrat ser la més valenta de totes les persones al voltant del moll. Així ho va fer. El que allí va aparèixer no era negre i tenia una envergadura que les va deixar atònites, ho estaven veient i no els hi cabia en la imaginació. Es va apropar un veí a recuperar el gos que havia entrat corrent a les pistes de tenis i, com amb un reflex instantani, les tovalloles de platja i pareos que tenien diverses veïnes van tapar la imatge que avergonyiria als homes del poble. Sorpreses per la seva proporció o desproporció i el seu color o no color, les dones van decidir llavors apedaçar-li una mica de roba perquè pogués tenir un funeral respectable. Les més velles cosien uns pareos per vestir-lo, i les més joves miraven el mòbil i es feien selfies. Totes estaven assegudes enfront del cadàver, el miraven entre puntada i selfie amb picardia.

 

—Per què té això de color negre? —va preguntar una de les més joves.

 

Ho van comparar entre riures amb allò que tenien els seus propis marits, pensant que ells no serien capaços de fer en tota una vida allò que aquell cadàver hauria estat capaç de fer en una nit.

 

—Té cara de dir-se Nacho, com l'actor porno —va dir la més anciana amb malícia.

 

I totes, entre riures, van assentir. A la majoria li va bastar amb mirar-ho una altra vegada per a comprendre que no podia tenir un altre nom. Les més atrevides, que eren les més joves, es van mantenir amb la il·lusió que en posar-li la roba, el frec pogués despertar aquell miracle de la naturalesa, encara que fora per un instant. Però va ser una il·lusió vana. Al matí, quan li van tapar la cara perquè no el molestés la llum, ho van veure tan mort, tan indefens, tan semblant als seus homes, que van començar a sentir pena per ell. Va ser una de les més joves la que, havent consultat internet a la nit, els va explicar el seu descobriment:

 

«El color de la pell és un caràcter que canvia amb relativa facilitat per la selecció natural. Els primers humans, en sortir d'Àfrica, eres més foscos, però començaren a perdre color quan van emigrar a latituds altes. I aquesta pigmentació no va ser igual per als que van anar a Europa i pels que van anar al nord d'Àsia. El sol —continuà llegint— és el factor que fa que ens hàgim de protegir d'ell en latituds on té més presència; on no hi ha sol, la pell clara és millor, perquè necessitem l'energia solar per a fabricar vitamina D».

 

—És a dir —va anunciar la noia mentre se li il·luminava la cara—, Nacho era blanc i mentre el seu cos va surar en la mar, es va enfosquir per a protegir-se del sol, malgrat estar mort.

 

Totes elles es van mirar amb incredulitat.

 

—El que hem de fer ara —la noia va continuar— és mirar-lo un altre cop i tractar de veure-ho com a un blanc i no com a un negre. Potser així el reconeixerem.

 

Una estona més tard, els homes van arribar a les pistes de tenis amb la notícia que l'ofegat no era tampoc de les urbanitzacions veïnes, elles es van mantenir callades. Els homes, sorpresos davant aquell silenci, van creure que no era més que cosa de dones i van marxar amb el propietari del bar, que els convidava a una cervesa. La pèl-roja, mortificada per tant de dubte, li va llevar llavors al cadàver la tela de la cara. Van començar a mirar-ho amb ulls diferents, li anaven aclarint la pell mentre ho revisaven de dalt a baix. A mesura que passaven els minuts, les dones es mostraven més inquietes, no s'atrevien a posar paraules als seus pensaments. No podia ser, es deien a si mateixes, però se'ls notava en les cares que anaven arribant a una conclusió. Nacho solament podia ser un en el món, i allí estava, estirat enfront d'elles. Les faccions que tenia al matí havien canviat. Les dones s'anaven mirant les unes a les altres fins que a la més jove se li va escapar el riure i totes van esclatar en una riallada conjunta i desinhibida.

 

—És el seminarista que va oficiar un funeral a l’ermita el mes passat!! —van cridar esvalotades.

 

Van decidir no dir-li-ho als homes per a poder així viure en pau. Va ser un secret de dona. Només elles s'emportarien el record d'aquell pal vigorós que els va alegrar la vista durant unes hores. L'endemà, li van fer els funerals més esplèndids que podien concebre's per a un ofegat orfe. Les dones van anar a buscar flors i el van cobrir de tal manera que els homes no entenien res i continuaven pensant: coses de dones!

 

A partir d'aquell dia, les dones de Na Macaret no van tenir necessitat de mirar-se les unes a les altres per a adonar-se que tot seria diferent. Sabien que, a partir d'aquell moment, les seves trobades amoroses amb els seus marits eternitzarien la memòria de Nacho.





 

lunes, 1 de agosto de 2022

La neollengua


 Publicat al Diari de Menorca l'1 d'agost de 2022





Fa uns dies s'ha fet viral un tuit del còmic Ángel Martín en el qual carrega contra la classe política en el seu micro-informatiu matinal: "Sigo escuchando que tenemos que hacer un pequeño esfuerzo". Un informatiu que ha denunciat les reiterades peticions a la població, per part de tots els àmbits polítics, a la realització de petits esforços: la pandèmia, les nevades, la guerra d'Ucraïna, el volcà de la Palma, els incendis, els talls elèctrics i altres situacions que s'han donat en aquest temps. Uns esforços que, fins i tot el Consell de Menorca va reconèixer i va agrair a la població menorquina en un vídeo, tal com va reflectir el Diari de Menorca el 18 de gener de 2021.


Per part seva, el politòleg Ángel Barroso, dos dies més tard, ha publicat una rèplica a aquest vídeo en el qual assenyala que “no tothom s'ha hagut d'esforçar per igual”. “No s'ha hagut d'esforçar igual qui va passar el confinament en un xalet amb piscina i jardí que qui el va passar en un pis compartit de 40 metres quadrats. No s'han hagut d'esforçar igual les empreses de l’Ibex 35 tenint els beneficis rècord de 58.000 milions d'euros que els 12 milions en risc de pobresa”, destaca. “No es tracta de fer tots petits esforços. Es tracta de repartir aquests esforços en funció de la possibilitat de cadascun perquè el benefici d'uns pocs no sigui la misèria de la majoria”, conclou. És a dir, en democràcia els esforços haurien d'involucrar-nos a tots de manera proporcional als nostres recursos, igual que la quantitat a pagar per multes: no representa el mateix 200 € de multa a l’economia d’un jubilat, que la mateixa quantitat a l’economia de Froilán de Marichalar, per exemple.


Aquesta breu introducció d'actualitat ve al cas per l'ús exagerat d'allò que George Orwell ja va descriure com neollengua, en la seva obra 1984, una distopia, escrita entre els anys 1947 i 1948, situada en un país anomenat Oceania el règim del qual controla als seus ciutadans i fins i tot el llenguatge que utilitzen, simplificant de manera deliberada el mateix per a evitar qualsevol forma de pensament crític amb la versió oficial. Orwell, en els seus escrits, denunciava que una de les maneres de difusió del pensament únic està en la perversió del llenguatge, en com l'ús del mateix influeix en el pensament propi, en la manera de raonar i, com a resultat, en les opinions que ens formem.


La neollengua manipula les paraules i intercanvia els seus significats per a guanyar simpaties a postures ideològiques. El llenguatge es torna un instrument per a servir als fins dels qui el manipulen. Mirem alguns exemples i vegem quant de realitat hi ha en això.


  • Quan hi ha un reajustament, simplement és un acomiadament. Et fan fora i vas a l'atur, si tens sort.

  • La desacceleració econòmica és una altra manera d’anomenar a la crisi econòmica.

  • Quan regalen diners als bancs és un estímul. A tu, un préstec amb interessos.

  • Una màquina és una inversió, però un treballador és una despesa.

  • Un empresari no dona treball, necessita treballadors.


És a dir, el llenguatge ens defineix i també a qui ens dirigeix i intenta manipular amb el seu ús. Qui domina el llenguatge, domina el món. S'utilitzen paraules per a confondre. Bategem amb eufemismes la realitat, per a limitar la nostra capacitat de pensar.


  • Els morts en les guerres eren caiguts, ara danys col·laterals.

  • Un treballador no costa diners a l'empresari, el genera.

  • Als diners destinats a la Casa Reial li diuen pressupost, però al destinat a ajudes socials, despesa.

  • Missions de pau són aquelles que van a una guerra.

  • Les reformes estructurals realment són retallades pressupostàries.


Hi ha un altre tipus de neollegua (curro, peña …) que “per a determinat tipus de població l’estàndard és l’argot i no hi ha cap altre registre. Fa la impressió que entre algun jovent és una tria deliberada, una distinció de classe. (...) Per a alguns, és la rebel·lió de la parla. (...) també pot amagar una desídia més de les que viu el país”, tal com diu el poeta i escriptor català Albert Planelles (Silenci amb ocells. Ed. Témenos, 2021). Aquesta simplicitat de la neollengua limita el diàleg fins a fer-lo inexistent. D’aquí l’interès perquè no desapareguin les xarxes socials tipus Twitter, on tot diàleg es redueix a poc més d’un centenar de caràcters i facilita la creació d’etiquetes falses per a usar en contra dels qui pensen diferent. Aquesta simplicitat ignorant ens enfonsa cada vegada més en una polarització que no admet tons grisos. Ja, el filòsof Noam Chomsky, al seu assaig sobre les “deu estratègies de manipulació dels mitjans” va dir que “la manipulació mediàtica fa més mal que la bomba atòmica, perquè destrueix els cervells”.