Objetivo: visitar al periodista y escritor kurdo-sueco Hamza Yalçin, detenido en Barcelona el 3 de agosto porque Turquía emitió una orden de detención por supuestos vínculos terroristas y bajo la acusación de insultar al presidente del país. La Federación Internacional de Periodistas ha solicitado que no se extradite a Yalçin: 'Los cargos de 'terrorismo' son otro pretexto para perseguir a la prensa libre y crítica'.
La periodista Concha Catalán de Innovation and Human Rights, lleva trabajando por la puesta en libertad de Hamza Yalçin desde su ingreso en prisión con el Sindicat de Periodistes de Catalunya. Su familia de Suecia le ha dado permiso para visitarle, ha buscado posibilidades de alojamiento por si le permitían salir antes de prisión y ha contactado con sus asesores turco-suecos cuando han venido a Barcelona. Incluso ha recorrido librerías para encontrar un diccionario turco español que Kurdo Baksi, amigo de Hamza Yalçin, quiere comprarle. Lleva semanas esperando el domingo día 3 de septiembre para transmitirle su solidaridad, la del Sindicat de Periodistes de Catalunya (SPC), la Federación Española de Sindicatos de Periodistas (FeSP) y la European Federation of Journalists (EFJ), para que sepa que no está solo, que hay gente fuera que lucha para su puesta en libertad.
3 de septiembre 2017
08:00
Salimos de casa hasta la parada del autobús en Sants. Subimos y desde la ventana vemos cómo un taxi trae a dos turistas borrachos, una mujer se sube las faldas y mea en la acera de enfrente mientras un hombre rebusca en la papelera tirando todo fuera. Me siento y busco el cinturón de seguridad: no hay. La tapicería es vieja y está sucia y gastada. Pienso en los VIPs de Soto del Real o cuando Millet y compañía entraron en Can Brians. Sus familiares fueron y van en Audis y Mercedes pagados por nosotros. En el autobús, mayoría de mujeres, muchas con niños y abuelas. Catalán, castellano con acentos varios, portugués, inglés y árabe. Un niño rubio de unos 9 años llora porque se niega a subir al autobús. Al final, la madre consigue convencerle. Concha saluda a otro periodista que sabe que sigue la historia de Yalçin.
09:10
Salimos. En el autobús van varias mujeres rubias a lo Belén Esteban, con tatuajes, y hombres con gafas de sol y camisetas sin mangas mostrando los tatuajes y los músculos que creen tener. Muchos se conocen entre ellos y saludan al revisor, la alegría de los niños.
Los rayos de sol luchan por salir entre la niebla. Montserrat al fondo, fábricas al lado de la autopista. Pequeñas manchas verdes en la ladera de la montaña con alguna masía escondida entre el paisaje de almendros, viñedos, frutales, mercadillos, fábricas...Peaje de Martorell.
09:50
Llegamos a Can Brians 2. La primera impresión de la fachada es realmente de reclusión, más que de relación interior/exterior. Parte del pasaje del autobús se agolpa a la salida del autobús. Nosotros vamos a Can Brians 1.
09:53
Llegamos a Can Brians 1. Primer control. Delante nuestro un treintañero alto, muy delgado, mala dentadura, pelo largo y barba de días ha llegado 5' tarde y no le dejan entrar. Chilla: 'Con Franco vosotros no estaríais aquí' mientras se agacha a recoger una colilla del suelo.
Pasamos el control hasta la sala de espera. Atestada. Muchos niños pequeños. Se oye: 'Primero los vis a vis'. Una muchedumbre se agolpa.
Aquí dentro abundan las mujeres de pelo moreno y cola de caballo. El volumen de ruido es considerable porque todo el mundo habla a gritos. Los hombres hablan de fútbol y de los fichajes del Barça, de la diferencia entre abogados de pago o de oficio. Mucha gente fuma fuera. Es un ejemplo de multiculturalidad en razas, lenguas y vestimentas. Aunque echo en falta orientales. No veo a nadie con rasgos orientales.
Voy a la máquina de café. Pregunto si da cambio. 'Sí', me responden dos señoras sentadas junto a la máquina expendedora de bebidas. Meto una moneda de 2€, se la traga y no me da el café. 'Casi 300 pelas', me dice un tipo a mi lado. 'Si le damos una patada, esos nos meten en chirona, aquí', me dice a carcajadas señalando a los Mossos de las ventanillas. Yo también me río. Nadie quiere volver a intentarlo con 50 céntimos. Nos alejamos de la máquina. Se acerca otro tipo. Nadie dice nada. Todos miramos expectantes. La máquina se le traga la moneda. Reclamo a un Mosso y me dice que llame al teléfono de la máquina: un 902 (pagaré más por la llamada). Me resigno. Voy a la Mossa y le digo que ponga un cartel para que nadie más pierda dinero. Lo hace.
10:50
No acaba de salir el sol y seguimos esperando a que nos den número. En la ventanilla, el Mosso nos dice, 'Usted está autorizada, el señor no'. Nos aclara que son 20' de una única visita al preso por parte de las personas que vengan a verlo, hasta un máximo de cuatro. Sin móvil , sin grabadora, sin bolígrafo... Nos informa que hay otra persona autorizada. 'El del autobús', comentamos. Concha se dirige hasta él y hablan. Mientras tanto, yo empiezo a notar un ligero dolor de espalda. Se nota que ni el Conseller ni el director de Can Brians se han sentado nunca en las sillas de plástico, los respaldos están rotos y es peor estar sentado que de pie. Una máquina expendedora funciona, Concha compra un Kitkat y lo comparte entre los tres.
11:48
Concha ya tiene un papelito para dirigirse a otra ventanilla donde le darán un número y le dirán la hora de entrada aproximada. Le comunican que cuando hay más de una visita, el primero de los autorizados que llega decide si deja entrar a los otros. Ella es la segunda. No hay nadie más. No duda que podrán entrar los dos.
12:10
Llega el operario de la máquina de café. Voy de un salto hacia él, le explico lo que me ha pasado y me devuelve los 2€. Nos invita a café.
12:15
El otro periodista, Javier Oliden,
dice que viene por Público y ha tomado la decisión de no dejar entrar a Concha con él. La escuela Inda-Marhuenda tiene seguidores. Él sabía que al revés, sí habría podido entrar, pero prefirió callar y comerse la parte de Kitkat que le dio Concha. 'Le daré tu solidaridad', fueron sus últimas palabras mientras cruzaba el control previo a la entrevista.
12:50
Salimos sin poder ver a Hamza Yalçin porque Javier Oliden no la ha dejado entrar con él. Volvemos a la parada del autobús.
13:10
El próximo sale a las 13:30. Bronca en la parada a cuenta de la tanda. Este tipo de visitas es un castigo para los familiares y también para los Mossos que trabajan aquí.
13:20
Huele a cloaca. Miro a mi alrededor y veo que una rata de dos patas se acerca a la parada.
13:31
Llega el autobús. Regresamos a Barcelona sin entrevista pero conociendo un poco mejor cómo funciona el mundo de las cloacas periodísticas y el mundo de las pacientes familias de los presos.
Un único rayo de sol entra en el autobús, es el revisor, que consigue entretener y convertir en sonrisas los llantos de los niños, cansados de tanta espera. Afortunadamente y aunque no lo parezca, son más las personas como él y menos los tipos como Javier Oliden. Las familias se despiden hasta el siguiente fin de semana.
Las nubes bajas siguen impidiendo que los rayos de sol lleguen a las paredes de la prisión.
14:20
Llegamos a Sants. Bajamos con dificultad del autobús por la bronca que hay en la cola para subir por la cuestión de las tandas también. Vamos a buscar un Bicing para volver a casa y nos cruzamos con un hombre que está comiendo lo que va sacando de una papelera.
Es increíble que en la Unión Europea, un periodista con nacionalidad sueca pueda llevar desde el 3 de agosto encerrado en una cárcel extranjera con solo 20' de contacto con el exterior dos días a la semana, los sábados y domingos, por una demanda de extradición de Turquía, país donde los derechos humanos son permanentemente violados y hasta la directora de Amnistía Internacional y otros defensores de los derechos humanos están en prisión.
La cruda realidad es que Hamza Yalçin sigue encarcelado mientras aquí el gobierno del Partido Popular (PP) habla del respeto a los derechos humanos en Venezuela y mientras la precariedad laboral del periodismo, entre muchos otros oficios, hace que afloren los más bajos instintos para impedir una mayor repercusión mediática que pueda agilizar la libertad de Hamza.
Mientras acabo de escribir esta crónica-reflexión-denúncia, veo un tweet de Mariano Rajoy sobre libertad de expresión. Lo leo y con sonrisa socarrona recuerdo la parábola de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio ojo:
Lamentable la prohibición de la salida a @liliantintori. Pueden encerrar a las personas pero no a los ideales. Libertad para Venezuela. MR @marianorajoy
@jlregojo #RegEye
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