Echeyde-Teide ©ConchaCatalan |
Esta nueva temporada ya no les escribiré desde mi balcón de Candelaria, sino ‘A la sombra de Echeyde' en Puerto de la Cruz.
Para los guanches, los antiguos pobladores de Tenerife, Echeyde era el nombre del Teide: la morada de Guayota, el Maligno. Según la tradición, Guayota secuestró al dios del Sol, Magec, y lo encerró dentro del volcán. Entonces, la oscuridad se apoderó de la isla y los guanches pidieron ayuda a Achamán, su ser supremo celeste, quien derrotó al Maligno, liberó al Sol y selló el cráter con el llamado Pan de Azúcar, el cono que aún corona el Teide.
*
Huella de Tefía (Fuerteventura)*
1964
Yo, María o Mario, ya no sé cómo me llamo. Aquí solo soy un número, un cuerpo al que mutilar. Tengo veinticinco años y voy camino de Tefía.
Desde que me subieron a este camión, he dejado de vivir y empiezo a sobrevivir. No sé lo que duraré, ni quiero pensar qué me aguarda. Sea lo que sea, mi mente no se lo puede ni imaginar. Es inconcebible, demasiado atroz.
El papel se emborrona con mis lágrimas y el rastro de tinta se difumina. Aquí dentro apesta. El miedo nos genera incontinencia. El olor a orina y sudor se mezcla con el del vómito de algunos de los otros prisioneros. El camión está reduciendo la velocidad, lo noto. Las esposas me cortan las muñecas, pero el dolor es lo de menos.
Hace solo unas horas, mi madre me besó en la frente y me dijo, entre lágrimas, que volvería pronto. El camión ha frenado: risas, pasos. Se abre el portón. La noche.
2024
LA VÍCTIMA
Ha pasado toda una vida y sigo sin poder olvidar mi llegada a Tefía, cuando aún no sabía si era Mario o María. Mario murió allí, pero aquellos golpes dieron vida a María.
Esta mañana, encontré el texto con la tinta emborronada por las lágrimas de aquella noche trágica, cuando me arrestaron y torturaron hasta dejarme en esta silla de ruedas.
Toda la vida he tenido presente esa noche, pero hoy, cuando vaya a tomar el café de cada día con mis amigas y algunos de sus maridos, se lo leeré y le miraré a la cara. Él, el marido de mi vecina, sabe que fue uno de ellos, aunque nunca lo ha confesado. Me mira como si quisiera borrarme de nuevo. Soy el ejemplo de su incompetencia: su trabajo inacabado.
EL TORTURADOR
Ocurrió el día de mi cumpleaños y por eso le odio. Sí, a mi padre. La gente cree que con ocho años un niño no recuerda. Es mentira. Mi padre se aprovechó de mí. A partir de esa fecha, abusó de mí con regularidad. Mi madre ni se enteró, o no se quiso enterar, nunca lo sabré.
Años después, destinado en Tefía, le vi bajar del camión. Era el vivo retrato de mi padre joven. Ese momento de estupor pasó a otro de odio y poder que me dio a conocer al que soy ahora. Incluso mis superiores, orgullosos de mi trabajo, pusieron mi nombre a un sistema de tortura para maricones.
Con la democracia, el destino me llevó a ser vecino suyo. Él, o ella como es ahora, lo sabe. Yo, también. Lo malo es que ese maricón de mierda, que va en silla de ruedas, sigue siendo la imagen idéntica de mi padre. A veces, cuando pasa a mi lado, tengo que clavarme las uñas en las palmas de la mano para no estrangularlo. Sin embargo, eso no es lo peor, sino que mi hijo, sangre de mi sangre, sea uno de esos pervertidos. Además, lleva su mismo perfume. Estoy convencido de que ese niño no es mío, es de la puta de su madre.
Llegará el día en que ya no lo resistiré, no me podré contener. Mi navaja de afeitar está en el cajón del baño. Sé que estoy en la cuenta atrás para limpiar mi apellido de manera definitiva, para que solo lo lleve un hombre.
Llegará el día en que ya no lo resistiré, no me podré contener. Mi navaja de afeitar está en el cajón del baño. Sé que estoy en la cuenta atrás para limpiar mi apellido de manera definitiva, para que solo lo lleve un hombre.
*La Colonia Agrícola de Tefía fue un campo de trabajos forzados durante el franquismo entre los años 1953 y 1966.
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