Julio 2023. No.13
Todas las ciudades se viven de manera diferente, según la persona y su estado de ánimo. Yo soy un ciudadano afortunado que conoce y reside en una Candelaria sin prisas, y eso es de gran ayuda para sobrellevar el día a día. Una ciudad que no es objetivo masivo de turistas con pulseritas. Posee un entorno por el que puedes viajar sin prisa, despacio, para desconectar, bajar el ritmo y disfrutar al máximo, no solo de las vacaciones, sino también de vivir y compartir tiempo con la gente que uno se encuentra por el camino. Socializar más allá de las pantallas, a fin de cuentas.
La prisa, asimismo, es peligrosa cuando cocinas o escribes. Las palabras, como los ingredientes de un plato, son comunicación. Una sabrosa arepa, por ejemplo, se prepara a fuego lento, no es hija de la prisa. Un texto, como un apetitoso manjar, ha de tener un poco de sal, pero sin pasarse, y si es picante, lo justo. Querer acabar cuanto antes el texto para poder leerlo en la tertulia o colgarlo en el blog siempre va acompañado de errores, igual que el plato que, por las prisas, se puede quemar o quedar crudo. Un ejemplo de lo primero es el titular que corre por las redes sociales, que se atribuye al periódico El Mundo. Dice así: “Detenido en Fuenlabrada un motorista que huyó tras morir en un accidente de tráfico”.
Digamos no a la prisa, al vértigo, ajetreo, trajín, velocidad, apremio, urgencia, premura, apresuramiento, acuciamiento, apuro, perentoriedad, prontitud, presteza, celeridad, rapidez, e impaciencia. Vivir, viajar, cocinar y escribir sin todo esto que acabo de enumerar es una filosofía que pocas personas conocen. Es un consejo de amigo.