Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
Cuando miramos Castilla desde la ventanilla del tren o del coche, entramos en un poema de Machado. Es una experiencia íntima, como el intimismo de sus poemas. La vivimos sin buscar nada en ese paisaje.
Viajando por Castilla, leemos al Machado que nos acompaña, no nos guía, sin necesidad de haber abierto un libro suyo en la vida. Esto también es meditación.
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