Negra noche.
Sin cita previa,
la miré con mis propios ojos
un lapso de tiempo y
salió afuera.
Sin planes de futuro,
subí para arriba,
volé por los aires y
llegué a los bajos fondos.
Acalorado de calor
avancé hacia adelante.
Me asomé al exterior
y vi su estrella brillante.
Un frío helado,
la sal salada de mis lágrimas y
la melodía sonora de su recuerdo
me llevaron al máximo clímax.
Yo, ciego que no ve,
le volví a repetir:
Ven aquí,
¡cállate la boca!