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domingo, 15 de septiembre de 2024

Clive Branson: poeta durante la guerra civil española



Clive Branson (1907-1944) nació en Ahmednagar, India, hijo de un mayor del ejército indio. Estudió en la Slade School of Art y expuso en la Royal Academy cuando tenía solo 23 años. Cinco de sus pinturas se encuentran hoy en la Tate. Su hija es la pintora Rosa Branson. En 1932, Branson se unió al Partido Comunista. Enseñó para el Consejo Nacional de Colegios de Trabajadores, habló en reuniones semanales al aire libre en Clapham Common y, junto con su esposa Noreen, dirigió una librería del Partido. Tuvo un papel destacado en la expulsión de la Unión Británica de Fascistas de Mosley de Battersea, fue responsable de la formación de un Comité local de Ayuda a España y luchó con las Brigadas Internacionales en España. Capturado en Calaceite, pasó ocho meses en los campos de prisioneros de Franco. Después de ser repatriado, Branson recorrió Gran Bretaña recaudando fondos y apoyo para la República Española. Durante el Blitz, pintó escenas de las calles de Battersea para la Asociación Internacional de Artistas. Reclutado en 1941, sirvió como comandante de tanque en el Real Cuerpo Blindado. Murió en combate en Birmania, a la edad de solo 36 años.


Los Poemas Seleccionados de Clive Branson reúne, por primera vez, lo mejor de su poesía superviviente. Apasionada y comprometida, es un relato de primera mano de los años más violentos del siglo XX: Gran Bretaña durante la Gran Depresión, España durante la guerra civil, las prisiones fascistas, el Blitz de Londres, el choque cultural de la India y su pobreza, la guerra contra Japón, todo registrado con un ojo de pintor y una fe comunista en el poder del pueblo.

Aquí os dejo un cuadro, Manifestación en Battersea (1939), y tres poemas traducidos por mí. Podéis leer más en el enlace original al final del artículo.

La internacional (Enero 1940)

Habíamos dejado nuestra base de entrenamiento
Y para cuando cayó la noche
Nos plantamos frente al Universo
Cantando La Internacional.

Lo recuerdo tan bien
Esperando en el patio de la estación
La oscuridad estaba quieta a nuestro alrededor
Y las estrellas, masas, miraban fijamente.

Fue entonces cuando comprendí por primera vez
Que nunca se está solo en esta lucha.
Pensé que aquel "adiós" era definitivo
Y dejé todo atrás esa noche.

Pero todo lo nuevo que encuentro,
Por extraño e incierto que sea,
Tiene algo familiar que
Demuestra que la lucha continúa.

Cuántas veces he marchado, y marchando
He cantado de una Inglaterra no vista,
He observado las grandes multitudes reunirse
Y el golpeteo de sus pies resonar al unísono.

Incluso en las garras de la prisión
Me uní al canto de millones
Que esperan en su estación al borde del camino
Que los conduce a las líneas de batalla.

Canto en cada país
Donde recorro las calles del Tiempo
Un hombre, una mujer, la humanidad
La Internacional, nuestro tema.


Diciembre de 1936, España (Junio 1939)

¡Vosotros! ¡Trabajadores ingleses!
¿No oís la barrera que se aproxima
que nivela los Pirineos?

¿Es el tiempo intangible
que sostiene algo
tan audible y visible?

¿No oís a los niños y mujeres llorar
donde la bomba Fascista
convierte el hogar del pueblo
en tumba para ti y para mí?

¿No veis los cortes en la calle
donde nuestra gente tropieza
cuando la ciudad tiembla?
¿No oléis la rosa apretada en los dientes
más fuerte que la muerte?

Ellos, que yacen tan quietos
sin Cruz,
solo esto, su valentía, su fe
abonando la tierra estéril
para que nuevos árboles
broten en la ladera hasta el cielo mismo.

Que seamos insensibles en un momento así
hace que la sordera mate y que la paz sea el crimen más sangriento.


Sobre ser interrogado después de la captura: Alcañiz (1939)

De pie, frente a mi interrogador, preguntó:
¿Por qué marchaste de casa?
¿Por qué has venido?
¿Por qué?’ Debe haber adivinado
‘Porque es un Comunista.’

Pensé en todas las respuestas que podría dar,
si la muerte es lo correcto o si salvar
la vida un día lluvioso
y mentí para engañar a su bala con una palabra,
para usar una bala después.

Sobre él, la mentira mayor – un recluta
‘voluntario’ para violar a España mientras dormía,
para salvar su propia piel.
Vino cuando buscaba a ‘El Líder’ a gatas
para aplastar mil años en media hora,
para convertir Guernica
en un desierto.

Podría esperar y así podría mentir
para el aplazamiento a otro tribunal,
mientras tanto, vivir de rodillas,
para poder comenzar de nuevo.
Podría imitar al victorioso, encogerme
hasta que yo y el mundo más allá
podamos vengarnos.



Imagen de portada: Clive Branson, Autorretrato (cortesía de Rosa Branson).

Información original, aquí: https://smokestack-books.co.uk/book.php?book=233



La entrada anterior: Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 27.- Ombligos / Marutos

domingo, 1 de septiembre de 2024

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 27.- Ombligos / Marutos


Septiembre 2024. Nro. 27


Entrada publicada en Tamasma Cultural el mes de abril de 2024.

Desde mi balcón, recuerdo con estupor lo que me pasó la semana pasada. Era un día como otro cualquiera, yo estaba paseando por la Avenida Marítima de Candelaria. Hacía calor, como siempre. Mi andar pausado me permitía observar el paisaje y a todas las personas con las que me cruzaba. 

Sin darme cuenta, me percaté de algo que se repetía en la mayoría de las mujeres que veía: enseñaban el ombligo. Los había de distintas formas: ovalados, redondos, hundidos, hacia fuera… Un centímetro seductor que algunas mostraban sin pudor, conscientes de su encanto.

Los ombligos empezaron a ser un tema de investigación, como en su momento lo fueron los culos y el carnaval. En aquel momento, recordé haber leído que la personalidad de cada persona dependía del tipo de ombligo que tenía (hay teorías para todo, otra cosa es creérselas). Así, un ombligo ovalado indica un carácter fuerte, perseverante y terco. En cambio, si es circular, sugiere un gran corazón y que eres una persona prudente. Por otro lado, si está tapado, tu carácter es oscuro y guardas secretos. Si tiene una forma de rajita vertical, es probable que seas una persona con poca energía. Sin embargo, si tienes un ombligo difuminado, eres una persona hiperactiva y sensible. Por último, si tu ombligo tiene forma de ojo, eres una persona despierta y preparada para lidiar ante cualquier situación. Mirando mi ombligo en el espejo, fui incapaz de calificar qué tipo de personalidad tenía yo.

Llegados a este punto, recordé que en China, uno de los cánones de belleza más importante para las jóvenes es tener unas piernas largas y bonitas. Por ello, la máquina consumista china no ha dudado en crear una manera para que quienes no las tengan, puedan aparentarlas: tatuajes temporales de ombligos para reducir visualmente su torso. Son calcomanías que se colocan unos centímetros por encima del ombligo real y, con unas faldas o pantalones de talle alto, se logra el efecto deseado. 

Enfrascado como estaba con estas reflexiones, volví a la realidad cuando la mujer que iba delante de mí tropezó en la rampa frente a la estatua metálica del pez grande que se come al chico, a la altura de Puntalarga. Se había mareado por el calor. La ayudé y le ofrecí agua de mi botella. Aceptó, a pesar de que contenía mis babas. La acompañé hasta los bancos que había unos pasos más adelante y nos sentamos uno frente al otro. Le pregunté si se sentía mejor. Noté que le gustó que la tuteara, y ella hizo lo mismo. Me dijo que era de Venezuela.

Mientras se recuperaba, empecé a conversar sobre literatura, un tema poco comprometedor que casi siempre me funciona. Le hablé del último libro que había leído de Thomas Mann en el club de lectura de la biblioteca, La muerte en Venecia. Lo conocía, y la película también, así como la banda sonora de Gustav Mahler, la sinfonía número 5. Se le iluminó la cara en el preciso momento en el que se le cayó la botella de agua al suelo. La recogí y aproveché para sentarme a su lado. La cogí de la mano con la excusa de tomarle el pulso. Ya no la solté y ella me dejó hacer.

Pasamos a la poesía. Le confesé mi fobia hacia Neruda, la persona, no el poeta. No se lo podía creer. Parecía que yo era la primera persona que conocía, que opinaba así, igual que ella. Nos levantamos y seguimos paseando por la Avenida Marítima hacia Caletillas, cogidos de la mano. Nos reímos y charlamos sin parar. Ella se soltó de mi mano para agarrarse a mi brazo. Así seguimos el paseo hasta llegar a una autocaravana estacionada en un aparcamiento al final de la avenida. Me invitó a entrar y cerró la puerta.

Nos miramos a los ojos y, sin pudor alguno, nos dejamos llevar con un poco de vértigo y un mucho de pasión y desenfreno. Cuando ya estábamos casi desnudos, la observé y comprobé que superaba en mucho lo que había imaginado. Se me empañaron las gafas y me las quité. Busqué su ombligo. Era incapaz de verlo. Me las volví a poner y, aun con ellas puestas, no conseguía encontrarlo. Se dio cuenta, sonrió y me preguntó qué buscaba. «Tu ombligo», contesté. «¡Ah, mi maruto!», exclamó. Respondió que no tenía, que había sufrido un accidente hacía unos años y se le había quemado la zona de la barriga. La tuvieron que operar y la dejaron sin ombligo, con un vientre liso como el culito de un bebé. Se me aflojó la erección. Me cogió la mano y la colocó encima de su estómago. «Ves qué suave», comentó. Pero tampoco así conseguí que la verga volviese a lucir su estirpe. Estaba como una bandera en un día sin viento. «¡Sin ombligo!», pensé. «Ya estoy acostumbrada», dijo ella. «No eres el primero. ¡Vístete, anda! Seguiré buscando a un hombre sin maruto que me comprenda».


La entrada anterior: El carnaval y los culos canarios, ¿empoderamiento o martirio femenino?