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miércoles, 22 de marzo de 2023

Todo el tiempo, el mar




Poema publicado en la revista de cultura canaria Tamasma Cultural con motivo del Día de la Poesía, el 21 de marzo de 2023.


Tras la ventana,

salgo de las mantas

para zambullirme en un mar helado.


En posición horizontal,

perdido ante la hoja de papel en blanco,

observo la monotonía del azul.


Insignificante e inmenso

se recoge ola tras ola,

hoja tras hoja...


se escapa.


Me sumerjo en ese blanco que rodea al negro

para retroceder hacia 

el templo del saber.


Miro afuera

sin ver nada,

con el dedo detenido en las palabras.


La profunda mirada de un gato

me extravía.

Paisaje de pensamiento infinito.


Desdeño las apariencias

porque no son realidad

y celebro su breve existencia.


Frente al reflejo del vidrio, único conocedor de mí mismo,

confundo soledad con miedo a estar solo,

sol de día con resplandor de hoguera nocturna.


¿Fue fogata,

es nacimiento de fuego,

será lumbre de hogar?


Pido ayuda, ayuda de cualquiera.

Trepo descendiendo por las ramas de mi corazón

para rogársela a las nubes.


Esta hora que siempre está empezando 

no es de hoy,

serpentea por las entrañas, implacable.


Obedezco a una intuición 

hasta apreciar la forma que limita con la nada

mientras la luz se retira.


Pierdo el enfoque necesario

ante la vastedad de la intemperie.

Solo queda una idea: todo el tiempo, el mar.


lunes, 5 de diciembre de 2022

Notas desde la Villa de Candelaria (Tenerife). 4.- El océano desde Candelaria


Diciembre 2022. No.4 


Observar el océano desde Candelaria, escuchar su sonido y sentir los rayos de sol entre palmeras y dragos durante el solsticio de invierno permite desconectar de los momentos agobiantes de la rutina diaria. La línea final del horizonte, escudo protector natural, alarga la mirada e imaginación hacia mundos que nos mantienen activos.

El océano es movimiento. El océano nunca es silencio. 


Ver el océano desde el puerto de Candelaria permite disfrutar de todas las escalas y frecuencias de un concierto de olas permanente. Una melodía, fruto de la conjunción de instrumentos de viento que se acercan con el ulular de los vientos alisios; los de cuerda que, de la mano de las olas, acarician la costa, sus guijarros y la arena de las playas, más los de percusión cuando embisten contra las rocas y espigones. Una música que nos acompaña desde el bramido matinal que nos despierta hasta la nana que nos acuna al anochecer. Si a todo este conjunto musical, le añadimos el coro de aves marinas, el resultado es un universo sonoro inabarcable.

El océano es movimiento. El océano nunca es silencio. 


Percibir el océano desde las playas de Candelaria, en días calmados, transmite un sonido de agua tranquila. Las olas que llegan de Gran Canaria, esa tímida isla oculta tras la línea del horizonte, se desploman con pesadez sobre los guijarros y la arena negra, chocando contra el puerto con un ritmo preciso: ataque y resaca. Un baile que la geología practica con el océano: durante la pleamar, se ve atraído hacia arriba por la Luna y lleva su agua por los recovecos bajo los espigones. No obstante, con la bajamar, el océano se aleja de la directora de orquesta, la Luna, y ofrece playas alfombradas por una tela húmeda, espumosa y fina, un micelio marino, mientras muestra escondidos rincones por los que podemos pasear. 


El océano es movimiento. El océano nunca es silencio.


Contemplar el océano desde mi balcón en Candelaria, permite distinguir cómo las aguas se debaten contenidas entre el muro de la Hornilla, el derruido espigón de la playa del Olegario y los muelles y barcos del puerto de pescadores, donde el agua salpica y hace gemir a las barcas. Las gaviotas gritan a la búsqueda de alimento en las aguas, no muy limpias, del puerto. El arrastre de los guijarros ofrece un sonido especial, amplificado por la noche, en el que solo desafinan los centenares de colillas* agazapadas entre los granos de arena. De ahí que el dios Neptuno nos castigue, cada cierto tiempo, escupiendo microalgas, penitencia por nuestro pecado original: contaminar los océanos.


El océano es movimiento. El océano nunca es silencio.


Observar, ver, percibir y contemplar el océano desde Candelaria es asistir a un concierto permanente que mejora la percepción, la memoria y el lenguaje, además de estimular la producción de serotonina en el cerebro. Motivo por el cual, cada solsticio de invierno, los que vivimos en la Villa de Candelaria, nos preparamos para dar la bienvenida al nuevo año, mientras el océano continúa acogiéndonos con cariño, cual vientre materno.

*Cada colilla puede llegar a contaminar entre 8 y 10 litros de agua marítima, y hasta 50 litros de agua dulce. Más info.

**Esta entrada de blog ha tenido el privilegio de ser elegida para ser publicada en la revista canaria Tamasma Cultural dirigida por la escritora Luisa Chico.

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