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miércoles, 31 de octubre de 2018

La foto (un relato gótico)


Era un día lluvioso de finales de octubre, un día gris que liquidaba los restos del calor estival. Él llamaba la atención por esa chaqueta abotonada solo por botón inferior, lo cual le resaltaba la barriga. Llevaba en la mano el periódico doblado por la página de las esquelas con el que golpeaba a la gente que se le ponía por delante.
 Era media tarde, creo. Algo antes quizá. Yo ya había hecho la compra del día y me disponía a pagarla cuando le vi saliendo del supermercado. ¡Qué raro, hace un momento parecía ir hacia el metro! Su solitaria presencia me hizo elucubrar sobre él: ¿soltero, viudo, cuidará de su madre, ...?
 Andaba yo perdido en esas cavilaciones cuando me volví a fijar en su chaqueta al pasar por el otro lado del cristal del supermercado y vi que le faltaba el botón superior. Volví a casa. Seguía lloviznando y me había olvidado el sombrero en casa. Me molestaban las gotas de agua sobre mi calva. Empezó a arreciar y paré en un bar hasta que calmase un poco.
 Estaba solo frente a la barra del oscuro bar. El camarero, de rasgos orientales, estaba atendiendo a un cliente entre las sombras. Para mi sorpresa, era él otra vez. Y volvía a llegar antes que yo, o yo parecía su sombra siempre detrás de él.
 Me sorprendió haberme encontrado tres veces en un solo día con el mismo hombre. Así que me dirigí a él y se lo expliqué. No dijo nada. Me miraba mientras se bebía una cerveza. Salió del bar y le seguí sin más, si era su sombra, pensé, es lo que tenía que hacer.
 Entró en el metro dando papirotazos a la gente con el periódico. Vio un asiento vacío y se lanzó hacia él mientras le barraba el paso con el periódico a un señor mayor que intentaba sentarse. Nadie se atrevió a decirle nada. Yo tampoco.
 Llegamos a la estación del cementerio y bajó. Le seguí en silencio. No salió a la calle. Se sentó en un banco del andén y miró una foto que sacó de su bolsillo. Era la fotografía de una mujer.

–¿Su mujer? –me atreví a preguntar.

–Hoy hace un mes se tiró a la vía del tren de esta estación y desde entonces la vida no tiene el menor sentido para mí.

 Le toqué el hombro a modo de consuelo. Me miró y sonrió. ¡Qué extraño!, pensé. El silencio se hizo incómodo. Tomé el primer metro que llegó y le dejé ahí sentado con sus recuerdos y el sonido de los truenos.
 Yo estaba nervioso y deseaba llegar a casa y sentarme ante el ordenador para desconectar. Parecía como si ninguna de las personas con las que me cruzaba me viera. Llegué al edificio, quise tomar el ascensor pero no funcionaba, subí las escaleras, la luz de la escalera tampoco funcionaba. A pesar de la tormenta, no estaba mojado. El perro del vecino aulló en cuanto pasé por el rellano. ¿Por qué?, no lo hacía nunca. Abrí la puerta. Me sobresaltó el golpe de la puerta al cerrarse. Noté algo en el ambiente. No podía precisar qué era. Entré en el dormitorio. En el espejo-puerta del armario vi el cuerpo de otro hombre sobre mi cama, pero no me vi a mi. Me asusté, el hombre abrió los ojos. Me miró y sonrió. Era él con la foto de la mujer en la mano. La miré y fue entonces cuando me di cuenta, era yo el de la foto. Me quedé mudo y al instante solté el más aterrador de los gritos cuando reconocí que no solo había desaparecido mi imagen del espejo, sino que todo yo ya era una recuerdo de lo que fui.

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sábado, 27 de octubre de 2018

Reflexión con un poema de Virginia Woolf




No hay necesidad de apresurarse, no hay necesidad de brillar, no es necesario ser nadie más que uno mismo.
No need to hurry. No need to sparkle. No need to be anybody but oneself
— Virgina Woolf, "A Room of One's Own / Three Guineas

Foto: under_volcano (Flickr/CC)
El 18 de abril de 1941 se encontró el cuerpo de Virginia Woolf en el río Ouse. Decidió suicidarse días antes, el 28 de marzo, llenando de piedras los bolsillos de su abrigo antes de tirarse al río que se encuentra cerca de la que era su casa.
Quien nos roba los sueños nos roba la vida / He who robs us of our dreams robs us of our life
“Orlando”
Sobran las palabras.

Publicado en la Revista Poémame el 16 de abril de 2018
@jlregojo    #RegEye


miércoles, 24 de octubre de 2018

Haiku

Poema publicado el 23 de octubre en la revista pure haiku.




Rain in the city,
crack in the dark grey asphalt.
Green doorway blossoms.


@jlregojo     #RegEye

domingo, 21 de octubre de 2018

La caja registradora


Protegemos fronteras,
no personas.
Aceptamos jeques,
no personas.
Rescatamos bancos, 
no personas.
Alimentamos mascotas,
no personas.

Turquía abre y cierra fronteras
con una caja registradora.

Publicado el 11/10/2018 en Poémame
@jlregojo  #RegEye

martes, 9 de octubre de 2018

Reflexiona con un poema de T.S. Eliot


Llamamos comienzo a lo que muchas veces es el final
y crear un final supone crear un comienzo.
El final está donde uno empieza.
— Cuatro cuartetos de T.S. Eliot (Lumen, 2016)

Cambian las circunstancias de la vida, surgen problemas o no, pero la vida sigue por encima de todo.
Lo bueno y lo bello permanece no por encima o por debajo de lo malo y lo feo sino que con ellos permanece. Es sobre ellos, sobre lo bello y lo bueno, lo malo y lo feo que podemos construir: vivir.
Reflexión publicada en la revista Poémame el 9 de abril de 2018
#RegEye  @jlregojo

martes, 2 de octubre de 2018

Cleansing Sahara

Poema publicado el 2 de octubre en la revista Ariel Chart de los EEUU.

CLEANSING SAHARA






Cleansing Sahara



Across the dunes of the desert

a rain storm welcomes us.

Wind and water meet in sand

to sweep away all sorrows and tears.

The rising moon hides.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Reflexiona con un poema de Aristóteles



La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder.

— Aristóteles
En todos los continentes de este mundo la historia es falsa. Solo la cuentan los vencedores.
Hay un proverbio africano que dice: “Mientras que los leones no tengan sus propios historiadores, las historias de caza siempre glorificarán al cazador.”
¡Suerte que siempre nos quedará la poesía!

#RegEye   @jlregojo